Guillermo Hurtado

Heidegger, Uranga y ahorita

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En El ser y el tiempo (1927) Heidegger hizo un examen de las distintas modalidades de la existencia humana. Lo que mostró es que estamos en el mundo de una manera esencialmente emocional. Estar en el mundo supone estados de ánimo, que, si no se toman en cuenta en la filosofía, no nos permiten entender a cabalidad en qué consiste la existencia humana.

Como lo indica el título de su obra, Heidegger sostiene que la existencia está definida por la temporalidad. Por lo mismo, los estados anímicos que la caracterizan también están enmarcados en nuestra experiencia del tiempo. Un ejemplo que ofrece Heidegger es el del aburrimiento. Cuando uno se aburre, sentimos que el tiempo se alarga sin que nada lo llene. El aburrimiento es, en última instancia, la experiencia emocional de la temporalidad pura.

En 1950, Emilio Uranga publicó un escrito con el título de “Ensayo sobre una ontología del mexicano”. En ese texto, Uranga afirmó que el mexicano es un ser sentimental. Lo cito: “En esta índole humana se componen o entremezclan una fuerte emotividad, la inactividad y la disposición a rumiar interiormente todos los acontecimientos de la vida”. Lo que afirma Uranga tiene como antecedente lo que había dicho antes Heidegger, pero Uranga le da un giro original. En su análisis del mexicano, Uranga encuentra modalidades ontológicas del ser humano que han sido ignoradas o despreciadas por la filosofía europea. Para dar el paso de lo mexicano a lo humano, Uranga postula el concepto de accidentalidad como esa modalidad de la existencia humana que se aprecia a flor de piel en los mexicanos.

Demos un salto ahora para considerar la palabra “ahorita”. Desde el campo de la lingüística se han escritos varios estudios acerca del diminutivo aplicado al adverbio “ahora”. Son múltiples y sutilísimos los significados de “ahorita”. En algunos casos, “ahorita” significa un futuro indeterminado —como cuando se dice, “ahorita vuelvo” y no se asume el compromiso de volver pronto, de modo que ese ahorita puede significar una hora, un año o simplemente nunca— pero en otras ocasiones el diminutivo le añade un tono emocional al ahora estricto —como cuando se dice “¿puedes venir ahorita a mi oficina?” para suavizar una orden que se le da a alguien para que acuda de inmediato—.

El filósofo de la selva negra no pudo haber reflexionado sobre el ahorita, por tener la desventaja de no conocer el español hablado en América. Aunque él pensaba que el alemán era la lengua en la que mejor se expresaba el ser, perdió la oportunidad de conocer el riquísimo concepto de ahorita que expresa, mejor que en el orgulloso idioma germano, una peculiar actitud emocional ante la temporalidad. Uranga sí pudo haber explorado el concepto de ahorita, sin embargo, que yo sepa, nunca escribió al respecto. ¿Qué pudo haber dicho Uranga sobre el ahorita? ¿Qué derrotero hubiera tomado la filosofía de lo mexicano si se hubiera ocupado de ello?

Imagino que Uranga pudo haber dicho que la diferencia entre ahora y ahorita es la de una concepción del tiempo sustancial y una accidental, en los sentidos que él dio a ambas categorías dentro de su filosofía. Mientras que él ahora se vive desde la fría racionalidad —la del reloj mecánico que marca los segundos— y de la voluntad más firme —que nos catapulta del presente hacia el futuro—, el ahorita se vive desde una emotividad que se agobia ante el paso del tiempo y una desgana que quisiera anclarse en el presente para no asumir responsabilidades. Se puede decir, por lo mismo, que el ahorita es la mejor expresión del estado anímico del mexicano frente a la temporalidad.

Una interpretación ontológica, a la manera de Uranga, del ahorita nos podría ayudar a entender algunos fenómenos que no sólo se observan en los mexicanos, sino en todos los seres humanos. Uno de ellos es la procrastinación —tan padecida entre los jóvenes— en la que el paso del tiempo se vive con una mezcla de emotividad, fragilidad y desgana muy parecida a la que se manifiesta en algunos de los usos de “ahorita”.

No cabe duda de que el estudio del concepto de ahorita es una de las asignaturas pendientes de la filosofía mexicana.