Guillermo Hurtado

John Dewey en México

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Hace cien años John Dewey viajó a México por vez primera para visitar las escuelas rurales de la SEP. Volvería en otras dos ocasiones, en 1926, para el mismo propósito, y en 1937, para presidir el tribunal que organizó Trotski para exculparlo de los crímenes de los que lo culpaba Stalin.

De acuerdo con Dewey, la educación debe fomentar la actitud experimental de los niños. Debe prepararlos para enfrentar los problemas de su entorno, para examinarlos y resolverlos en compañía de los demás. Eso es más importante que darles conocimientos. Por ello, importa más el cómo que el qué. La escuela debe ser activa y debe estar vinculada al medio natural y social en el que se encuentra el niño. Debe ser práctica y no libresca, mucho menos dogmática. Y debe estar ajustada a su entorno. No sirve una educación diseñada para una comunidad que vive en un bosque para una que vive en un desierto.

Dice Dewey: “Creo que una buena parte de la educación actual fracasa debido a que se niega ese principio fundamental de la escuela como una forma de vida comunitaria. Concibe la escuela como un lugar en el que se da cierta información, en el que hay que aprender ciertas lecciones, o donde se habrán de formar determinados hábitos. Se imagina que el valor de todo ello yace en su mayor parte en el futuro remoto; el niño ha de hacer esas cosas en nombre de otra cosa que habrá de hacer; no son sino una mera preparación. Como resultado no se convierten en parte de la experiencia de vida del niño y por ende no son verdaderamente educativas”.

Así como la escuela debe estar centrada en el interés del niño, de otra manera se vuelve una imposición anti-pedagógica, la escuela también debe responder al interés de la sociedad entera, de otra manera se vuelve una isla de intereses egoístas. Dewey traza una importante relación entre la escuela y la democracia. Para Dewey la democracia no es una forma de gobierno sino una forma de vida. Aprender a vivir en la democracia es aprender a vivir colectivamente de manera virtuosa. La democracia, entendida así, se debe aprender en la escuela. No como una asignatura en la que se memoricen normas o fechas, sino como una manera de convivir con los demás.

En su libro De Robinson a Odiseo, Vasconcelos hizo una crítica muy dura de la pedagogía de Dewey, y se lamentó de que se hubiera intentado implantar en México durante el régimen de Calles. Me parece que los ataques de Vasconcelos fueron injustos. La pedagogía deweyeana se adaptó al país y se ajustó para que coincidiera con los fines de la revolución. No es difícil encontrar ecos lejanos de la escuela deweyana en la nueva escuela mexicana del gobierno actual. Espero que sea para bien.