Macrotransformación y microtransformación de México

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En el discurso político de nuestros días, el concepto de transformación ocupa un rol central. En otro sitio (“Apuntes sobre la transformación de México”, Guillermo Hurtado, José Alfredo Torres y Gabriel Vargas (comps), La filosofía y la Cuarta Transformación de México, México, Editorial Torres y Asociados, 2019), he caracterizado a una transformación como un cambio pacífico de régimen en el que sus momentos destructivos y constructivos están intercalados.

La distinción entre macropolítica y micropolítica nos permite comprender ciertos fenómenos que de otra manera pasarían desapercibidos. En esta misma columna (“La democracia entre la macropolítica y la micropolítica”, La Razón, sábado 16 de agosto de 2014) sostuve que la transición mexicana descuidó la micropolítica democrática por concentrarse en la construcción de estructuras legales e institucionales macropolíticas. Como consecuencia, los valores y las prácticas democráticas no calaron hondo en la vida mexicana, por más que tuviéramos elecciones limpias y bien organizadas.

Si la transformación de México tiene una vocación democrática no puede cometer el mismo error de la transición democrática del siglo pasado. No puede limitarse a una pretendida macrotransformación y debe apuntalarse en una sólida microtransformación. Desgraciadamente, es poco lo que ha hecho en ese campo.

Se podría responder que las transformaciones de verdad tienen que ser macrotransformaciones, como las revoluciones de antaño —la rusa o la china— que destruían las estructuras del régimen anterior y construían nuevas estructuras. Suponer que el cambio sólo depende del individuo, de su buena voluntad, es ingenuo. Es más, podría decirse que pensar así es un distractor de los cambios fundamentales. El medio ambiente no se va a salvar tan sólo porque usted y yo dejemos de usar popotes de plástico. La única solución es acabar con el modelo económico que destruye la naturaleza sin piedad.

Podemos conceder que la transformación tiene que ser macro para que tenga un efecto real, pero eso no significa que ignoremos la contribución fundamental del elemento micro en el proceso.

Dentro del lopezobradorismo, la microtransformación se ha relegado al campo de la moral —su instrumento principal es la escuálida Guía ética— y, de una manera todavía insuficiente —tímida, yo diría—, en el ámbito de la educación cívica dentro del sistema educativo.

¿Cómo entender una microtransformación de México? Yo la imagino como un cambio de nuestras costumbres que nos lleve a combatir la corrupción, la desigualdad y el autoritarismo en los pequeños espacios en los que nos movemos en el día a día: la familia, la escuela, el trabajo, el barrio.

Una de las metáforas de la macrotransformación ha sido que las escaleras se barren de arriba abajo. Una metáfora de la microtransformación que podríamos ofrecer es que cada quien debe barrer el patio de su casa.

El gobierno no limpia el patio; cuando mucho, ofrece un servicio de limpia que se encarga de las aceras. Toca a cada quien ocuparse de lo que sucede dentro de su casa, de su escuela, de su oficina. En esos pequeños espacios nosotros somos los responsables de que no haya corrupción, de que se ayude a los más necesitados, de que se combata la injusticia, de que la autoridad se ejerza de manera virtuosa, de que todos colaboremos para resolver los problemas que nos aquejan de manera común.

La microtransformación de México, insisto, no depende, en última instancia, de lo que hagan o dejen de hacer los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, no depende de lo que promuevan o dejen de promover las instituciones autónomas, los partidos políticos o las confederaciones patronales; no depende de lo que opinen o dejen de opinar los políticos, intelectuales y periodistas. La microtransformación de México sólo depende de lo que los mexicanos de a pie, como usted y yo, decidamos en nuestro foro interno y hagamos en el espacio reducido en el que nos movemos cotidianamente.

Es aquí en donde el concepto de regeneración entra al escenario. La salvación de México requiere una regeneración íntima, personal. La inspiración de esa regeneración no puede ser el odio, ni las burlas, ni las descalificaciones, tiene que ser la justicia, la compasión, la solidaridad. Si a la democracia no se entiende como una forma de vida, de vida moral, entonces, lo que nos queda es un repugnante circo de animales famélicos y payasos siniestros.

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