Mala educación, educación mala y educación para el mal

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La educación no sólo se recibe en la escuela. Todo lo que rodea a los niños y los jóvenes forma parte de su entorno de aprendizaje. El hogar es fundamental, también lo es el barrio y, cada vez con más fuerza, el espacio virtual de las redes sociales.

Podemos distinguir tres tipos de fracaso educativo: el de la mala educación, el de la educación mala y el de la educación para el mal.

La frase “mala educación” se usa para referirse a la escasa educación de algunas personas para desenvolverse en un entorno social. De esa manera, un maleducado es alguien que no actúa de la manera en la que se espera. Un maleducado no es necesariamente alguien malo o incluso ignorante, simplemente es alguien que no fue educado de manera efectiva para desenvolverse armónicamente en la compañía de los demás. Los responsables de que un niño o un joven sea un maleducado son principalmente los padres.

La educación mala es la educación deficiente que recibe alguien, principalmente en un entorno escolar. La culpa de esa educación mala es, sobre todo, de los maestros y de la escuela en su conjunto. El niño o el joven que padece de una educación mala es un ignorante o, en el mejor de los casos, un sujeto educado a medias, alguien que sabe poco y lo poco que sabe, lo sabe mal. El costo de la educación mala o para ser más exactos, de mala calidad, es muy alto para el individuo que la padece y, en general, para la sociedad entera. Queremos que los niños y los jóvenes no sólo sean bien educados, es decir, que se porten bien, sino, además, que tengan una educación buena.

La educación para el mal es algo distinto a lo anterior que debe preocuparnos sobremanera. Puede haber personas bien educadas, con una educación buena y, sin embargo, malvadas, que aprendieron a hacer el mal en su infancia y en su juventud en una difusa escuela del mal. Los responsables de que un niño o un joven aprenda a hacer el mal en vez de hacer el bien son los padres, los maestros y, a fin de cuentas, todos los integrantes de una sociedad que permite que eso suceda.

México enfrenta el enorme reto de acabar con la mala educación, la educación mala y la educación para el mal. Eso supone un esfuerzo de la nación entera. Cada quien debe hacer lo que le toca de manera responsable. El mensaje más reciente de la Conferencia del Episcopado Mexicano sobre el tema educativo señala que la educación debe formar y promover todo lo verdaderamente humano, todo lo que le da sentido y valor. No podemos quedarnos con los brazos cruzados frente a la expansión de una cultura de la muerte.

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