México: una democracia sin ideas

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Los precandidatos de Morena se pasean por toda la república, asisten a mítines de apoyo, se reúnen con grupos de simpatizantes, se toman fotos, pero no pueden hablar de sus proyectos. Se los prohíbe su partido, para que, de esa manera, no se pueda comparar sus propuestas y, por lo mismo, no haya debate público. La precampaña del partido del poder ha sido un acto de turismo político, como lo describió acertadamente Marcelo Ebrard. Cero ideas, cero propuestas, cero discusiones críticas.

En la otra esquina del pringoso ring tampoco hay ideas, ni propuesta, ni discusiones de fondo. Los escuálidos perfiles se examinan como si estuviera haciendo un casting, no como si lo que estuviera en juego fuera el futuro del país. ¿De qué sirve que la ciudadanía pueda participar en la designación del candidato de oposición si no se sabe lo que piensa cada uno de ellos, si no se puede comparar sus ideas con las de los demás aspirantes, si no se puede discutir constructivamente acerca de esas ideas para encontrar un consenso?

El problema, como he dicho en varias ocasiones, no es uno u otro partido, uno u otro candidato. El problema de la política mexicana es sistémico. Para resolverlo no podemos quedarnos con más de lo mismo. La política mexicana seguirá estando en la calle de la amargura mientras no aparezcan nuevos participantes que ofrezcan opciones de mayor calidad política, intelectual y moral. Hasta que eso no ocurra, a los electores de a pie no nos quedará más que elegir la que nos parezca la menos mala dentro una baraja de malísimas opciones. Como se ha dicho por ahí, tenemos una democracia chatarra.

Creo que una de las preguntas que deberían estar en el centro de la discusión en el partido opositor es la siguiente: ¿cómo definir la cuarta transformación después del lopezobradorismo?

Dentro del bloque opositor, pienso que una pregunta que debería ocupar un lugar central dentro del debate es: ¿cómo diseñar una democracia post-populista que se distinga de la pre-populista que tuvimos hasta 2018?

Para responder a las dos preguntas que he planteado debemos tener un mapa de ruta para el futuro. Por desgracia, ni en el oficialismo ni en la oposición hay nada parecido a ese mapa.

En el oficialismo, hablar de un futuro más allá del lopezobradorismo es una especie de tabú, una suerte de ofensa al líder absoluto. Dentro de la oposición, no hay la suficiente inteligencia ni imaginación políticas para pensar más allá del lopezobradorismo. La oposición está patológicamente obsesionada con la figura del presidente y lo único que puede ofrecer es una vuelta al pasado, restaurar la democracia pre-populista, cuando eso ya no es posible, cuando lo que se requiere es diseñar un nuevo sistema político que pueda ir más allá del populismo de una manera sostenible.

La pobreza ideológica de la política mexicana no es nueva, pero ha llegado a una situación deplorable. La partidocracia mexicana, la oficial y la opositora, no tiene ideólogos de peso. Sospecho que tiene otros perfiles: publicistas, encuestadores, comunicólogos. Supongo que también tiene jóvenes egresados en ciencias políticas, derecho, economía y otras carreras afines que no dan el ancho para convertirse en los ideólogos que necesita la política mexicana, porque en las universidades en donde estudiaron no les enseñaron a pensar por su cuenta, a leer la realidad, a construir un discurso que se adapte a las circunstancias. No quiero ser injusto, hay valiosas excepciones —conozco algunas de ellas— pero están muy aisladas, muy lejos de la toma de decisiones.

Tampoco ayuda que sean escasos los espacios para la discusión de ideas. Las llamadas redes sociales no se prestan para un diálogo crítico de ese tipo. Por el contrario, lo que promueven son insultos, prejuicios, necedades. Tampoco abundan ese tipo de espacios en los medios de comunicación tradicionales. Lo que se busca en ellos es el espectáculo, el rating, el golpeteo.

Una democracia sin ideas es un circo de la demagogia. Si queremos construir una democracia genuina, tenemos que hacer un esfuerzo para pensar, para dialogar, para construir acuerdos. Usted y yo podemos comenzar a hacerlo en los círculos en los que nos movemos. El camino por recorrer es largo, pero hoy mismo podemos dar el primer paso.

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