El “Programa de escuelas de tiempo completo” (PETC) de la Secretaría de Educación Pública fue creado en 2007. A diferencia de las escuelas primarias ordinarias, en las que los alumnos asisten 4.5 horas diarias, en las escuelas con el PETC la asistencia diaria se eleva a 6 e incluso a 8 horas diarias. Los beneficios del PETC son múltiples, no sólo para los niños, sino para sus familias y, en especial, para sus madres, ya que el horario extendido les permite trabajar una jornada entera. En otras palabras, las ventajas del PETC no sólo son pedagógicas, sino sociales e incluso económicas.
Se calcula que hay aproximadamente 3 .5 millones de niños que asisten a escuelas primarias con el PETC. Como es evidente, el gasto por alumno en las escuelas en las que opera el PETC es superior al de las escuelas ordinarias: debe cubrirse el salario extra de los profesores y los trabajadores del plantel escolar y, además, el de la comida que se ofrece a los niños. La pregunta que podría plantearse es la de si el costo adicional es redituable en términos de política educativa y social. Por lo que he leído, los resultados pedagógicos de las escuelas con el PETC, todas ellas en zonas marginales, han probado ser positivos.
Con la llegada del Gobierno de Morena en 2020 se pretendió cerrar el PETC. Ante las protestas de padres de familia y maestros, el Gobierno echó marcha atrás y acordó que los recursos adicionales que se requerían para el programa PETC se cubrieran con el programa de nueva creación “La escuela es nuestra” (LEEN). El programa LEEN otorga dinero a las escuelas de manera directa, sin intermediarios, y estos ingresos, destinados al mantenimiento y el mejoramiento de las instalaciones, son administrados por comités elegidos por la comunidad escolar.
Se ha dado a conocer que el proyecto presupuestario del programa LEEN para 2022 no incluirá recursos para la operación del programa PETC, es decir, que el Gobierno federal ya no dará el dinero requerido para que las escuelas primarias públicas puedan seguir brindando atención de tiempo completo.
De llevarse a cabo este recorte, 3.5 millones de niños quedarían sin escuela de tiempo completo y, por lo mismo, tendrían que acudir a la escuela en horario normal. La vida de los niños, de las madres, de las familias, de las comunidades se verá trastornada de una manera que no podemos imaginar. ¿Quién se ocupará de los niños a la salida de la escuela? ¿Quién les dará de comer? ¿Tendrán algo que llevarse a la boca? ¿Podrán las madres preservar su trabajo? ¿Qué consecuencias tendrá para las familias que las madres pierdan su salario? ¿Qué efectos tendrá en la economía que millones de mujeres salgan de la fuerza laboral? La Secretaría de Educación Pública está obligada a dar de inmediato una respuesta satisfactoria a estas preguntas.