Guillermo Hurtado

México es mejor que su política

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La política es una parte de la sociedad y, como nos enseña la lógica, debemos cuidarnos de juzgar el todo por la parte. La política de una sociedad puede estar muy mal sin que, por ello, la sociedad en su conjunto esté tan mal como su política. Podemos hacer una analogía con una extremidad enferma: un pie puede estar infectado sin que el resto del cuerpo lo esté.

A veces se pone a Italia como el ejemplo de un país en el que el sistema político es un desastre y, sin embargo, la sociedad marcha más o menos bien. Los italianos siguen produciendo, creando y poniéndose de acuerdo entre ellos, aunque su clase política esté profundamente dividida.

Me gustaría pensar que México puede ser un caso semejante al de Italia. La mayoría de nuestros políticos son indefendibles y, sin embargo, es evidente que el grueso de los mexicanos hace el esfuerzo de vivir con decencia, de trabajar duro, de construir cosas valiosas. Dicho de otra manera, no creo que la clase política mexicana sea un espejo de nuestra sociedad. Casi todos nuestros políticos –de todos los partidos, sin excepción– no representan al mexicano promedio, sino al mexicano más proclive a la corrupción, a la mentira y a la ambición desmedida, pero, como dije antes, no debemos juzgar al todo por la más mala de sus partes.

La política mexicana es como un circo de ésos que viajan por los pueblos más polvorientos. Un circo pobre, mediocre, repetitivo. México es más que su deprimente clase política. Por eso, no debemos dejar que el aborrecible espectáculo que nos ofrecen todos los días nos haga olvidar que somos más que eso, mucho más.

Hay algo morboso en algunos medios de comunicación que se ocupan de reseñar las miserias de nuestra partidocracia, algo que me recuerda a la nota roja de los periódicos. El pie no se va a curar si dejamos de verlo, pero tampoco se va a curar si nos quitamos el zapato y se lo enseñamos a cualquier vecino. No ganamos nada con las opiniones periodísticas que alimentan el encono, que fomentan el odio. La historia nos enseña que la prensa amarillista puede mancharse de rojo cuando contagia a la sociedad de los virus más letales de la política. Eso sucedió, por ejemplo, en la Europa de la primera mitad del siglo XX, como lo denunció oportunamente Karl Kraus.

La sociedad mexicana tiene que superar a su clase política. Debe ponerse por encima de ella, dejarla atrás. No podemos dejar que ningún partido político y, en general, ninguna estructura política nos hunda, nos haga retroceder. Un primer paso es el de resistirse a participar en la innoble lucha partidista. La reconstrucción de México no pasa por ahí. Son otros los recursos que debemos encontrar para salir adelante.