El naufragio de Nuestra Señora del Juncal

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El fin de semana leí un libro interesante y bien documentado del profesor español Fernando Serrano Mangas, en el que nos cuenta con sumo detalle la historia de uno de los naufragios más famosos en las costas mexicanas y, además, de uno de los tesoros más fabulosos que siguen ocultos en nuestro lecho marino.

Para defenderse mejor de los piratas, las naves que hacían el trayecto de Veracruz a España viajaban en flotas. El 5 de octubre de 1630 llegó al puerto una flota compuesta por 23 barcos de los cuales el más importante, la nave almiranta, era Nuestra Señora del Juncal, un impresionante galeón que podía transportar entre 800 y 1,000 toneladas. Ya en el puerto las naves fueron cargadas y preparadas para realizar el viaje de regreso a España, pero, entonces, una serie de imprevistos impidieron que la flota se hiciera a la mar en la fecha planeada. El capitán general, Miguel de Echarrazeta, murió en el puerto y la flota quedó sin cabeza. Pasaban los días y la temporada de huracanes se acercaba, sin embargo, los navíos, ya cargados, listos para zarpar, no podían quedarse en el puerto, era menester que hicieran su viaje porque los intereses económicos y políticos así lo demandaban. Partió entonces la flota con la mala suerte de que un temporal la azotó en su trayecto a La Habana. Se decidió el regreso a costas mexicanas, pero el 31 de octubre de 1631, la orgullosa nave almiranta se hundió en la sonda de Campeche. Sobrevivieron 39 marinos que contaron la desgracia a las autoridades.

El cargamento de Nuestra Señora del Juncal desafía nuestra imaginación: 120 mil kilogramos de oro y plata, además de muchas toneladas de ricas mercancías.

En 2014, México y España firmaron un acuerdo para la cooperación en la búsqueda y preservación del patrimonio cultural subacuático. Lo que eso quiere decir, en lenguaje llano, es que las dos naciones quedaron en repartirse los tesoros de las naves hundidas en aguas territoriales mexicanas. Serrano Mangas opina en su libro que México tenía todos los elementos para reclamar la propiedad exclusiva del tesoro de Nuestra Señora del Juncal. Aunque la nave viajaba con el pabellón real, la Nueva España era un reino más del emperador Felipe IV, al igual que los demás reinos de la corona, como Castilla o Aragón. Además, el barco se hundió en aguas territoriales mexicanas, con metales que habían sido extraídos de minas mexicanas, por trabajadores mexicanos. Lo asombroso es que, al día de hoy, todavía no se conoce en el lugar exacto del pecio. Aunque se los ha buscado afanosamente —hubo una expedición realizada por el Instituto Nacional de Antropología en 2020— no se han encontrado los restos del naufragio y, por lo mismo, del tesoro más extraordinario que yace en nuestro lecho marino.

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