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TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En días recientes han aparecido dos magníficos libros que nos recuerdan la enorme figura literaria, intelectual y política de Jaime Torres Bodet. Uno de ellos se enfoca en su obra escrita y el otro en su labor diplomática.

La Dra. Lourdes Franco ha publicado este año en la Biblioteca del Estudiante Universitario de la UNAM una antología de Jaime Torres Bodet que lleva el título Un hombre de letras. Como sugiere el título, la antología se concentra en la escritura de Torres Bodet, que no importa cuál fuese su género, siempre se distinguió por su claridad, su inteligencia y, sobre todo, yo añadiría, su honestidad. La obra se divide en cinco secciones. En la primera se incluye una selección de la poesía del autor.  Para apreciar mejor estos versos, ayuda mucho la introducción de la Dra. Franco, en la que nos describe el desarrollo de la voz poética de Torres Bodet, desde sus primeros ejercicios, en los que la influencia de González Martínez es patente, hasta sus últimos, en los que alcanza una voz lírica propia. En la segunda sección, se ofrecen algunos ejemplos de su prosa de ficción, que quizá sea la menos recordada hoy en día, acaso porque el propio autor prefirió dejarla olvidar. En la tercera, se recogen algunos de sus ensayos de crítica literaria y artística. Aquí encontramos a un autor de una enorme cultura que, sin embargo, no se pierde en los laberintos de la erudición, sino que, con generosidad, se acerca, con su prosa siempre límpida, al lector. En la cuarta sección se ofrecen extractos de los cinco volúmenes de sus memorias. Aunque se le ha criticado a Torres Bodet que su autobiografía haya sido poco reveladora de sus sentimientos más íntimos, en las páginas seleccionadas por la Dra. Franco encontramos a un Torres Bodet que narra con emoción y transparencia algunos episodios de su vida, como su huida de las tropas nazis en 1941. En la quinta sección se incluyen dos discursos célebres, el que dio en la inauguración del Museo de Antropología en 1964, y el que pronunció al asumir el cargo de director general de la UNESCO en 1948. Los discursos de Torres Bodet son el gozne que une al estupendo literato con el admirable hombre de acción.  

El Dr. Marcio Orozco ha publicado el libro No soy Jaime Torres Bodet, soy México, el embajador en Francia (1954-1958) (Editorial Bonilla y Artigas/ Universidad Panamericana, México, 2023) en el que hace un examen pormenorizado del periodo en el que Torres Bodet fungió como embajador de México en Francia; aunque también ofrece un panorama general de su vida púbica, desde sus inicios, como jovencísimo secretario de José Vasconcelos en la SEP, durante el gobierno de Álvaro Obregón, hasta su segundo periodo como Secretario de Educación Pública, durante el gobierno de Adolfo López Mateos. Sobre la base de un cuidadoso trabajo de archivo, el Dr. Orozco nos cuenta la impresionante labor que realizó Torres Bodet en Paris, que abarcó tanto la dimensión política, como la económica, como la cultural. Destaca el examen que hace Orozco de la revista Nouvelles du Mexique, revista publicada por la embajada en ese tiempo. Torres Bodet se movió como pez en el agua en la capital francesa ya que, además de dominar a la perfección el idioma, fue reconocido por lo más granado de la sociedad francesa como uno de los intelectuales más destacados de su tiempo. El Dr. Orozco nos pinta la embajada de Torres Bodet en Paris como un modelo de todo lo que puede lograr un representante de México en el extranjero. El éxito de su desempeño no sólo fue personal, sino del país entero y así lo entendía el propio Torres Bodet, que encarnó en su persona la dignidad de la patria.  

Torres Bodet fue un hombre que vivió entregado al trabajo sin tregua. No sólo debe recordársele como uno de los constructores del México posrevolucionario, por su labor en la Secretaría de Relaciones Exteriores y en la Secretaría de Educación Pública, sino, también, como uno de los constructores del mundo de la posguerra, por su tarea al frente de la UNESCO. Todas esas funciones las realizó con un alto sentido del deber, lejos de politiquerías, y siempre inspirado por los valores más altos y los intereses más nobles.