Ñu, de Pau Luque

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En las mesas de novedades de las librerías nacionales pueden encontrarse, uno junto al otro, tres libros peculiares que combinan los géneros de la literatura, el ensayo y la filosofía. Uno de ellos —del que ya escribí una reseña entusiasta en esta columna— es No puedo respirar, de L. M-Oliveira. Los otros dos son Ñu, de Pau Luque, y Desorden, de Guillermo Fadanelli. ¿Se trata de una coincidencia que estas tres obras hayan aparecido este año? ¿Acaso son una primera camada de otras semejantes que estarán por venir?

Aquí me ocuparé de Ñu, el libro más reciente de Pau Luque, nacido en Cataluña, aunque aposentado en México, y que ha escrito antes otros libros que han llamado la atención de la crítica, uno de ellos, Las cosas como son, merecedor del Premio Anagrama de Ensayo de 2020.

Ñu es una obra sui géneris en la que la autobiografía, la novela, el ensayo, la crónica y la filosofía se entrelazan de manera admirable. En uno de sus planos narrativos, el libro trata sobre cómo al autor, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, se le ocurrió escribir un libro acerca de algo que resulta intrigante para cualquiera con cierta sensibilidad filosófica: en la vida disponemos de más soluciones que de problemas y, por lo mismo, en no pocas ocasiones buscamos inventarnos los problemas que les brinden utilidad y, por lo mismo, legitimidad, a esas supuestas soluciones.

Estamos ante un tema filosófico de gran calado. Autores como Ludwig Wittgenstein afirmaron que los seres humanos somos proclives a encontrar problemas en donde no los hay. En la filosofía del siglo anterior, se les denominó “pseudoproblemas”. Pues bien, los filósofos, pero no sólo ellos, se afanan en elaborar soluciones cada vez más sofisticadas a esos pseudoproblemas. Aunque su esfuerzo sea encomiable desde cierto punto de vista, lo único que ello nos produce es caer en confusiones cada vez más complejas. A lo que debemos aspirar los seres humanos, decía Wittgenstein, no es a tener mejores soluciones a nuestros pseudoproblemas, sino a desprendernos de esos pseudoproblemas. De esa manera, viviremos con mayor ligereza y, además, tendremos más tiempo y energía para ocuparnos de los verdaderos problemas que requieren verdaderas soluciones.

Pau Luque aborda esta cuestión dentro de un entramado muy inteligente y divertido de historias, anécdotas y narraciones en las que nos va describiendo cómo en nuestras vidas nos enfrentamos a situaciones muy diversas en las que tenemos que decidir si estamos ante una dificultad legítima o, más bien, ante alguna cuestión que hemos tomado, de manera equivocada, como un problema verdadero. En su narración, aderezada con sabrosas digresiones, reflexiones y elucubraciones —que seguramente le hubieran agradado a Alejandro Rossi—, Luque nos transporta por los caminos estrechos, curvos y empinados de nuestra existencia con una facilidad que demuestra que se ha convertido en uno de nuestros mejores escritores-filósofos.