La politización de la filosofía estadounidense

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la filosofía hegemónica en los Estados Unidos, cultivada en las poderosas universidades de la llamada Ivy League, ha sido la filosofía analítica. Una característica de esta filosofía es que se trata de una reflexión rigurosamente despolitizada. Ni siquiera la filosofía política que se hacía en ese entorno estaba politizada: se formulaba desde una abstracción aséptica e inofensiva. Se ha ofrecido como explicación de ese fenómeno, el que durante la Guerra Fría se pensó que la filosofía académica estadounidense debía alejarse de cualquier corriente de pensamiento que pudiera poner al status quo en peligro.

Este modelo de la filosofía analítica está cambiando. No porque haya surgido una nueva escuela filosófica que seduzca a los académicos para que hagan sus maletas y se muden a ella, sino porque las cosas han evolucionado dentro de sus centros hegemónicos.

Hasta hace poco, la llamada filosofía continental estuvo recluida en los departamentos de literatura comparada, ahí se leía a Foucault y a Derrida, pero no fue esa filosofía la que abrió un hueco dentro de los celosos departamentos de filosofía de las universidades estadounidenses, sino una secuencia de tres sucesos culturales que trasformaron el escenario: primero el feminismo, luego el pluralismo identitario y, de manera más reciente, la reacción al populismo trumpista.

No se puede soslayar el enorme impacto del feminismo en el mundo académico anglosajón. Los departamentos de filosofía más analíticos pudieron levantar murallas al marxismo, al estructuralismo o al posmodernismo, pero no pudieron dejar fuera al feminismo. Ni el más blanco de los feminismos blancos deja de tener dos características que trastornan la normalidad analítica: el pensamiento situado y el compromiso político.

El pluralismo entró de manera discreta en los departamentos de filosofía analítica. Como en un restaurante que añade elementos novedosos a su menú, los departamentos de filosofía analítica comenzaron a incorporar estudios que de origen no eran analíticos, pero que podían tratarse a la manera analítica, por ejemplo, la filosofía idealista alemana o la filosofía china clásica. Pero una vez que se le abrió la puerta a ese pluralismo inocuo, fue inevitable la llegada de otro pluralismo menos domesticable: el del pensamiento de las minorías raciales y sexuales. Lo que ahora se observa, incluso en las universidades más conservadoras, es una alianza interseccional entre el feminismo de última generación, el ecologismo y los movimientos en favor de las identidades culturales.

El factor más reciente ha sido, me parece, la respuesta de algunos filósofos analíticos al ataque del populismo trumpista a la democracia representativa liberal, que, hasta antes de 2017, se había asumido como un consenso incuestionable.

Un resultado inesperado de este cambio en la filosofía analítica estadounidense es que ahora puede mirar hacia el sur, hacia la filosofía mexicana más original, para aprender algo sobre cómo cultivar una filosofía más politizada.

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