Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Se han definido las dos candidaturas para la presidencia de México de los principales bloques políticos nacionales. La candidatura de Movimiento Ciudadano todavía está por conocerse, pero las probabilidades de que el partido naranja llegue a Palacio Nacional son, al día de hoy, bajas.

Claudia Sheinbaum, tras recibir el bastón de mando del Presidente, el jueves pasado.
Claudia Sheinbaum, tras recibir el bastón de mando del Presidente, el jueves pasado.
Xóchitl Gálvez, durante la entrega de su constancia como candidata presidencial, el domingo.
Xóchitl Gálvez, durante la entrega de su constancia como candidata presidencial, el domingo.

Pase lo que pase en las próximas elecciones presidenciales, podemos afirmar con un alto grado de probabilidad que México tendrá una presidenta en 2024. Se trata de un hecho histórico. Recordemos que apenas en 1953 se promulgó la reforma constitucional que otorgó a las mujeres los mismos derechos políticos que los hombres. Antes de eso, las mujeres no podían votar ni ser votadas. No eran ciudadanas, como tampoco lo son los menores de edad. Y es que la comparación con los niños se hacía con frecuencia. Las mujeres, se decía, no tenían la suficiente madurez, el criterio requerido, la autonomía indispensable para poder adquirir la ciudadanía. Si ya resultaba inaceptable que las mujeres votaran, resultaba aberrante que una mujer ocupara el más alto cargo de la nación. Una mujer en la silla presidencial nos llevaría al desastre, se opinaba.

Las mujeres mexicanas fueron demostrando con los hechos que las leyes que durante siglos habían arrebatado su derecho a la ciudadanía habían sido terriblemente injustas. No podemos dejar de recordar a figuras como Aurora Jiménez de Palacios, primera diputada federal, electa por el estado de Baja California, en 1954 o María Lavalle Urbina, primera senadora, electa por el estado de Campeche, en 1964, o Griselda Álvarez de León, primera gobernadora de un estado de la república, Colima, electa en 1979. Además de estas tres destacadas mujeres, hay una pléyade de políticas, activistas y funcionarias que lucharon por sus derechos políticos y, una vez en sus cargos, trabajaron con responsabilidad e inteligencia para el bien de México. Las dos candidatas de las coaliciones que se enfrentarán en las elecciones del año próximo deberían honrar la memoria de esa larga lista de mujeres mexicanas que abrieron la senda por la que ellas ahora circulan.

El hecho histórico de que México vaya a ser gobernado por una mujer debe hacernos reflexionar sobre esa circunstancia con seriedad. ¿Qué cambios se esperan para México? ¿Qué cambios se esperan para la situación de las mujeres mexicanas? ¿Será todo lo mismo? ¿Dará igual que nos gobierne una mujer en vez de un hombre?

Hoy en día nadie pone en duda que las mujeres sean tan capaces como los hombres para ocupar los más altos puestos de elección popular. Pero no está de más tener en cuenta de que hay una corriente del pensamiento feminista que afirma que las mujeres son incluso mejores que los hombres en ese tipo de cargos. La llamada “ética del cuidado” afirma que las mujeres tienen una mejor actitud ante las responsabilidades sociales que los hombres: saben escuchar, buscan la conciliación, no se dejan atrapar por el conflicto. Sin embargo, se podría decir que no todas las mujeres cultivan esa ética del cuidado. Hay mujeres que, una vez en el poder, actúan con la misma crueldad que los hombres, es más, que lo hacen de manera más extrema, como por ejemplo Margaret Thatcher. ¿Qué queremos los electores? ¿Una mujer que gobierne igual que un hombre o una mujer que gobierne de manera diferente?

Un tema cercano al anterior es el de la perspectiva de género. ¿La próxima presidenta de México gobernará con esa perspectiva o sin ella? Sabemos que el hecho de que alguien sea mujer no implica que adopte esa perspectiva. Hay mujeres que se sienten muy cómodas dentro del patriarcado, que defienden las estructuras patriarcales con vehemencia, como para mostrar que ellas pueden ganarles a los hombres en su mismo juego machista. ¿Qué queremos los mexicanos? ¿Una presidenta disfrazada de macho o una presidenta que se reconozca como mujer?

Cualquiera que sea la próxima presidenta de México, sabemos que enfrentará una situación sumamente compleja. Ya tendremos tiempo para comprobar si su manera de hacer política, de gobernar, de relacionarse con la sociedad resulta diferente y, sobre todo, mejor que la de sus predecesores varones. En todo caso, su responsabilidad será la misma y, por lo mismo, será juzgada con el mismo rigor por la historia.

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