Por qué Ramón Xirau no formó parte del grupo Hiperión, el más importante de la filosofía mexicana del medio siglo? Tenía la edad, tenía el talento, ¿por qué?
En su “Memorial de Mascarones”, Xirau ofreció algunos elementos para responder a la pregunta anterior. Ahí cuenta que, aunque fue amigo de Uranga, alumno de su padre, sus amistades más cercanas estaban por el lado del exilio y la literatura. Luego cuenta que en la Facultad de Filosofía y Letras hubo una división entre los seguidores de Sartre y los de Camus. Los primeros, lo sabemos, fueron los hiperiones. Xirau, en cambio, afirma que él estuvo entre los camusianos, “tal vez por orígenes comunes en el Mediterráneo, pero sobre todo por la luminosidad poética de su pensamiento”. Sin embargo, no fue Camus el autor a quien Xirau opuso a Sartre, sino Bergson.
Xirau se recibió de doctorado con la tesis Duración y existencia en la que elogiaba a Bergson y desacreditaba a Sartre. Defender el bergsonismo en 1947 era de un anacronismo provocador. Al bergsonismo se le veía como algo muy superado. Hay otro dato destacable. A Xirau lo recordamos como un filósofo que rehuía la confrontación de ideas. Sin embargo, el joven Xirau de Duración y existencia, atacó al existencialismo con fiereza. La concepción de la vida del existencialismo chocaba con la que él siempre defendió: una concepción más transparente, esperanzada, iluminada por lo divino. Una de las objeciones que planteó Xirau a Heidegger y Sartre es que adoptaban una concepción equivocada del tiempo. Ignoraban la duración bergsoniana y, por lo mismo, no entendían cabalmente ni la libertad ni el sentido de la existencia. Los existencialistas, decía Xirau, privilegian el futuro y olvidan que el tiempo se vive como duración. Lo cito: “La creencia según la cual el tiempo es solamente el futuro lleva a pensar que el hombre es un proyecto que no puede alcanzar jamás una plena realización.”
Un año después del examen de grado de Xirau, en 1948, el grupo Hiperión ofreció un ciclo de conferencias sobre el existencialismo francés. Esas conferencias fueron un acontecimiento ampliamente reseñado en la prensa. De un día para otro, los jóvenes hiperiones se hicieron famosos y el existencialismo francés se volvió la comidilla en el medio cultural mexicano. Podemos suponer que ese espectáculo no fue del agrado de Xirau. Eso explica que llevara su crítica de la moda existencialista a las páginas del suplemento cultural México en la cultura, que se había convertido en la plataforma pública de los hiperiones. En su artículo “Existencialismo”, del 25 de noviembre de 1949, Xirau se atrevió a enjuiciar al existencialismo sartreano, nadando a contracorriente del espíritu de sus tiempos. Afirma Xirau que hay una dialéctica en el pensamiento que siempre nos hace pasar de una negación a una afirmación. El existencialismo sartreano, sostiene Ramón Xirau, se distingue de todas las filosofías previas por no dar ese paso al frente después de su negación del sentido de la vida humana. Para Sartre la vida y la muerte son igualmente absurdas, no hay sentido que se pueda encontrar en ellas. Somos pasiones inútiles. Xirau sostiene que esa posición no puede adoptarse como una filosofía. El existencialismo lleva a su autorrefutación, es decir, a la conclusión inevitable de que la filosofía existencialista es absurda. No puede haber, por lo mismo, una antropología existencialista o una metafísica existencialista o una ética existencialista. En palabras de Xirau: “¿Cómo teorizar sobre la base de que el mundo es absurdo, de que toda teoría y toda reflexión son también absurdas? ¿Cómo afirmar el ser radical del hombre después de haber dicho que el hombre es una pasión inútil? ¿Cómo fundar algo sobre la nada?” El existencialismo, concluye Xirau, tiene tres desenlaces, a cual más terrible: el quietismo, la anarquía o el suicidio.
No podemos dejar de preguntarnos si la crítica de Ramón Xirau al existencialismo sartreano también iba dirigida, aunque de manera indirecta, a los jóvenes existencialistas mexicanos, a Uranga, a Portilla, a Villoro, a Zea. No lo sabemos. Lo que sí nos consta es que Uranga, el polemista feroz que no dejaba pasar sin réplica una sola crítica al existencialismo promovido por el Hiperión, no le respondió a Ramón Xirau, quizá por respeto a la memoria del padre.