Hace poco los periódicos estaban inundados de comentarios sobre la Reforma Eléctrica. Muy pronto entrará en funcionamiento otra reforma de consecuencias mucho más profundas que la Eléctrica y que, sin embargo, apenas ha llamado la atención de los medios de comunicación. Me refiero a la Reforma Educativa denominada desde el gobierno como la “Nueva escuela mexicana”.
Una diferencia entre la Reforma Eléctrica y la Educativa es que mientras que la primera se debatió en el Congreso, la segunda se pondrá en práctica sin debate resolutivo. O, dicho de otra manera, mientras que la primera se pudo detener en el Congreso por el voto de la oposición, la segunda se instrumentará diga lo que diga la oposición, ya que se trata de una prerrogativa legítima de la autoridad educativa nacional.
La “Nueva escuela mexicana” comprende los tres niveles educativos: primaria, secundaria y preparatoria. Hasta el momento, el mayor grado de avance en el desarrollo del nuevo modelo se ha dado en el nivel básico. El documento clave de la reforma consiste en el “Marco curricular y Plan de estudios 2022 de la Educación Básica” dado a conocer por la Dirección General de Desarrollo Curricular de la SEP. En este documento, de más de ciento cincuenta páginas, se halla el fundamento pedagógico e ideológico del nuevo modelo educativo nacional. No se podrá criticar con seriedad a la “Nueva escuela mexicana” si no se examina con cuidado ese documento fundacional.
La SEP ha informado que en agosto de 2023 todas las escuelas primarias del país operarán de acuerdo con las líneas definidas en el “Marco curricular” que se ha dado a conocer (algunas escuelas empezarán a funcionar con él desde agosto de 2022 bajo la modalidad de unidades piloto). Para ello, los maestros de primaria de las escuelas públicas –cientos de miles de ellos– tendrán que tomar un curso de actualización que les permita conocer las reglas y los modos de operación, que entrarán en operación a nivel nacional en 2023.
La “Nueva escuela mexicana” propone una reforma radical del modelo educativo vigente. La escuela ya no será igual que antes. Se trata, sin duda, de la modificación más ambiciosa que hemos tenido del sistema educativo nacional, pero, por lo mismo, se trata también de su renovación más riesgosa. Como era de esperarse, las opiniones están divididas. Llama la atención que la CNTE y la Asociación Nacional de Padres de Familia por vez primera estén de acuerdo en algo: rechazan la reforma, aunque por diferentes razones.
Para que la discusión sea provechosa, hay que distinguir las críticas pedagógicas de las críticas ideológicas al nuevo modelo. Sobre todo, debemos evitar caer en dos extremos: aceptar la Reforma Educativa por completo, sin emitir crítica alguna de ella, y rechazar la reforma por completo, sin ponderar sus aspectos positivos, tanto pedagógicos, como ideológicos.