Hace unos días comparé el capítulo “Hacia una república fraterna” del libro de Andrés Manuel López Obrador 2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México (México, Planeta, Primera edición febrero de 2017), con el capítulo “República amorosa y fraterna”, de su libro más reciente Hacia una economía moral (México, Planeta, Primera edición noviembre de 2019).
Lo que descubrí fue que lo que el Presidente afirma en esos dos capítulos no sólo es muy parecido, sino que es casi lo mismo: en el de Hacia una economía moral se repiten, palabra por palabra, la mayor parte de los párrafos del de La salida.
No me preocupa que sus lectores se sientan defraudados por leer un refrito, lo que me intranquiliza es lo que podría describirse como una suerte de estancamiento del pensamiento del Presidente, sobre la necesaria regeneración de la moral de los mexicanos.
En respuesta se podría argüir que el Presidente López Obrador no tenía por qué haber cambiado el guion de su discurso moral. El diagnóstico lo tenía hecho desde tiempo atrás: México padece una crisis moral causada por el egoísmo y la corrupción, propiciados por el régimen neoliberal. Y su esquema de valores también lo tiene muy claro desde hace años: sólo la veracidad, la honradez y el altruismo, harán felices a los mexicanos.
Lo que se podría replicar es que las medidas que propuso en 2017 y, que repite en 2019, no han servido para los objetivos planteados.
En La salida, Andrés Manuel López Obrador sostuvo que había que redactar una constitución moral, que sirviera de base para la regeneración moral de México. En Hacia una economía moral, afirmó lo mismo, pero añadió que un grupo integrado por José Agustín Ortiz Pinchetti, Verónica Velasco y Enrique Galván Ochoa, “nos convocarán a participar en el Congreso de reflexión, análisis y aprobación de la Constitución moral”. Y sigue diciendo el Presidente: “Una vez elaborada esta constitución, vamos a fomentar valores por todos los medios posibles”.
La idea de una constitución moral nunca fue buena. Pero lo que se ofreció a cambio no fue mejor: una raquítica Guía moral, redactada por un reducido grupo de personas, que ha caído muy pronto en el olvido. Por si fuera poco, la campaña de moralización que había prometido el Presidente –y que me parece sigue siendo necesaria–, no se ha llevado a cabo.
Mi diagnóstico, basado en la enorme semejanza de lo que dice en los dos libros a los que me he referido, y en las acciones del Gobierno a partir del año pasado, es que el tema de la moralización de la sociedad mexicana se ha quedado en buenos propósito y no ha avanzado al plano de los hechos. El Gobierno también nos ha quedado a deber en ese grave asunto. ¿Podemos seguir hablando de una transformación de México sin una regeneración moral?
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.