La Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Una sorpresa en los nombramientos que hizo la Dra. Claudia Sheinbaum el jueves pasado fue la creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación.

Por lo que alcanzo a percibir, el nombramiento de la Dra. Rosaura Ruiz al frente de la nueva secretaría ha sido bien recibido dentro de la comunidad científica nacional. La Dra. Ruiz tiene una larga experiencia en este campo. Fue directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM, en donde también tuvo otros puestos importantes, y en el sexenio que ahora termina ocupó el puesto de secretaria de Educación y Ciencia del gobierno de la Ciudad de México.

Elevar lo que actualmente es el Conahcyt a una secretaría de Estado tiene varios significados que deberán irse desglosando y examinando en los próximos días.

Uno de ellos es que el asunto del conocimiento se pone en la primera línea de interés dentro de la agenda de gobierno, en el mismo nivel que la gobernación, la defensa nacional o las relaciones exteriores. Eso marca un sello del nuevo Gobierno y, en particular, de la nueva Presidenta, que tiene una rigurosa formación científica y que, por lo que ha anunciado, pretende darle un giro con esa orientación a las políticas públicas.

Que desaparezca el Conahcyt y se funde la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación también puede leerse como el anuncio de una revisión profunda de la política nacional en torno a esos asuntos. Ésa sería una justificación adicional, más coyuntural, pero no por eso menos importante, de la creación de la nueva secretaría.

Ligado a lo anterior, surge la pregunta de si la nueva secretaría tendrá mayor presupuesto que el Conahcyt y no me refiero aquí al presupuesto operativo sino a los recursos que se destinarán a los científicos, humanistas y tecnólogos del país.

En otro orden de ideas, al quedar al mismo nivel que la Secretaría de Educación Pública, la nueva secretaría le restará algo de impacto a la otra secretaría, ya que, por así decirlo, le arrebata lo que tiene que ver con la investigación científica, humanista y tecnológica, que forma una parte muy importante del campo de la educación superior.

La vinculación entre la Secretaría de Educación Pública y la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación tendrá que ser estrecha para que no se genere un hiato entre ambas. No sabemos todavía quién quedará al frente de la Secretaría de Educación Pública, puesto de enorme importancia orgánica y política, pero lo que esperamos es que la comunicación entre los secretarios respectivos sea buena para que la función de las dos dependencias se combine de la mejor manera.

Un detalle que quizá no significa nada o quizá signifique mucho es que el Conahcyt se llama Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología. Obsérvese que la palabra “Humanidades” va antes que las de “Ciencia” y “Tecnología”. No obstante, ahora, en la nueva secretaría, la palabra “Ciencia” va primero y “Humanidades” después. Espero que eso no implique que se ponga a las humanidades en un segundo lugar, como siempre ha sido el caso.  

Como he señalado en varias ocasiones, en México hay —mal que bien— una política de Estado para las ciencias, regida por la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación de 2023. Sin embargo, aunque la palabra “Humanidades” esté en el nombre de esa ley, incluso en un primer lugar, no se puede decir, de ninguna manera, que México tenga una genuina política de Estado para las humanidades. Cuando se lee la ley respectiva uno se da cuenta que la palabra “Humanidades” casi siempre aparece ahí como un pegote.

Ahora que existe la nueva secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, lo menos que podría esperarse es que haya una subsecretaria encargada específicamente de las humanidades que tome en cuenta sus características propias. Los humanistas mexicanos hemos padecido durante varias décadas, desde la creación del Conacyt en el siglo anterior, que nos hayan impuesto criterios pertenecientes a las ciencias para la evaluación de nuestros proyectos. Ya es tiempo de que seamos los humanistas y no los científicos los que determinemos cuáles son los retos y las metas de las humanidades en el país.