¡Tierra y libertad!

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

¡Cuántas veces hemos visto escritas juntas estas dos palabras magnéticas: “tierra” y “libertad”! Pero, ¿entendemos su significado integrado? ¿Comprendemos cabalmente la conjunción de esos dos conceptos?

En México asociamos este lema con el movimiento zapatista. No obstante, su historia se remonta a más atrás. Antes, lo enarbolaron los anarquistas mexicanos. Y antes de ellos, en Europa y Rusia, otros grupos semejantes. No es mi propósito hacer aquí una historia del lema. Lo que intentaré es describir otra manera de entenderlo desde el presente.

Obsérvese que el lema no es “libertad y tierra”, no es la palabra “libertad” la que va por delante, sino la palabra “tierra”. Dicho de otra manera, lo que primero se exige es la tierra y luego, en segundo lugar, la libertad. Lo que el orden de la conjunción da a entender es que el fundamento de la libertad es la tierra. Sin tierra no habría libertad, libertad que valga. Lo anterior no quiere decir que se pueda prescindir de la libertad. No estamos ante una disyunción, sino ante una conjunción. No se trata de escoger entre la tierra y la libertad. No. Se quieren las dos, se lucha por las dos. Si el poderoso nos diera a elegir entre la tierra y la libertad, la respuesta tendría que ser que no se quiere la tierra sin la libertad ni la libertad sin la tierra, que lo que se demanda es la suma armónica de ambas, que, sin ellas dos, la vida carecería de valor.

Una lectura marxista del concepto de tierra sostendría que por “tierra” hemos de entender la base material de los medios de producción, es decir, lo que permite que se genere el alimento, el vestido y la vivienda, sin los cuales no podríamos sobrevivir. Desde esa concepción de la tierra, el agua también es un elemento fundamental para las actividades humanas. Cuando hablamos de tierra y libertad, también debemos hablar de agua y libertad. Y de aire y libertad. Todo esto apunta a que, en el presente, el lema decimonónico de “tierra y libertad” no puede desligarse de las demandas del movimiento ecologista. Lo que está en juego es la existencia de la vida sobre la tierra.

Aunque no descartaría del todo las interpretaciones marxistas y ecologistas del concepto de tierra, yo preferiría otra más amplia: la de la tierra como el suelo del ser humano, el suelo literal y metafórico en el que las personas tienen sus raíces. La tierra, entendida de esta manera, es todo lo que nos liga al mundo de la vida: el suelo, el agua, pero también las plantas, los animales, las calles, las casas, la cultura material, la historia, nuestras raíces todas.

¿Qué nos dicen los poderosos a los que les exigimos tierra y libertad? En el sistema capitalista liberal lo que responden es: “déjenos a nosotros la tierra y disfruten ustedes de su libertad”. Hay que subrayar que los poderosos no sólo nos quitan la propiedad de la tierra, sino, sobre todo, la relación existencial con ella. El capitalismo liberal expulsa al ser humano de su tierra para convertirlo en un tipo de animal errante, sin raíces. Hay un poema de Octavio Paz que dice: “Si el hombre es polvo, esos que andan por el llano son hombres”. Así vagamos los seres humanos por el mundo, como nubes de polvo sobre el páramo.

La solución, lo sabemos, no está en el comunismo, que arrebata la libertad y, de paso, la tierra de la manera más brutal. No obstante, hemos de cuidarnos quienes nos dicen que no tenemos de qué quejarnos porque somos libres y eso es lo único que importa. El poderoso nos susurra al oído:

“Tienes tu libertad y ella te permite moverte a dónde quieras, vivir sin patria y sin amo. Déjanos a nosotros la tierra y disfruta de esa libertad que nunca tuvieron tus antepasados. Libertad para votar, libertad para comprar, libertad para vender, libertar para definir tu identidad, libertad para enriquecerte, libertad para entretenerte, libertad para vivir tu vida como gustes...”

Insisto. No se trata de renunciar a la libertad para recuperar la tierra. El dilema es falso. La lucha es para alcanzar las dos. Sólo así seremos humanos en el sentido pleno de la palabra.

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