La UNAM frente a su futuro

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En unos días sabremos quién será el próximo rector o rectora de la UNAM. Hay que reconocer que la Junta de Gobierno de la UNAM ha actuado con apertura y prudencia. Normalmente, la Junta trabaja sobre la base de ternas. En esta ocasión, son diez los candidatos a la rectoría. Todos ellos son universitarios muy distinguidos y estoy convencido de que cualquiera de ellos cumpliría con la tarea de encabezar a la UNAM con plena responsabilidad.

¿Por qué diez y no tres? Una explicación es que la Junta ha querido que en la lista final estén representados los principales grupos que participaron en el proceso. Otra razón —que nos hablaría de la inteligencia con la que se ha manejado la Junta— es que con diez candidatos el apoyo se dispersa y, por lo mismo, no se corre el riesgo de una polarización que pudiera poner en riesgo la estabilidad de la UNAM. Con más candidatos, el margen de acción de la Junta de Gobierno para tomar su decisión será mayor.

Me parece que la lista puede analizarse en tres bloques: el de los funcionarios, el de los directores de facultades y el del único candidato que no es ni uno ni otro.

El bloque de los funcionarios está integrado por Luis Álvarez Icaza (secretario administrativo), Patricia Dávila (secretaria de desarrollo institucional), William Lee (coordinador de ciencias), Leonardo Lomelí (secretario general), Imanol Ordorika (director general de evaluación institucional) y Guadalupe Valencia (coordinadora de humanidades). Nunca antes en la historia de la UNAM tantos funcionarios de ese nivel se habían apuntado para reemplazar a su jefe. Hay que tener en cuenta que esos seis candidatos le deben su puesto al rector Graue, es decir, todavía, al día de hoy, son parte de su equipo y, por lo mismo, representan, con distintos matices, una solución de continuidad.

El bloque de los directores está compuesto por Susana Acosta (FES León), Raúl Contreras (Derecho) y Germán Enrique Fajardo (Medicina). Los tres fueron nombrados por la Junta de Gobierno, pero también son parte, por así decirlo, del régimen actual. El apoyo que reciben es, sobre todo, el de sus propios gremios.

El décimo candidato es Sergio Alcocer, investigador del Instituto de Ingeniería, que, aunque ha tenido nombramientos importantes en la UNAM y en el Gobierno federal, ahora no ocupa ningún cargo.

La UNAM ha vivido durante todo lo que va del siglo XXI bajo un modelo de gestión que comenzó con el rectorado de Juan Ramón de la Fuente, continuó con el de José Narro y se mantuvo,  con muchas dificultades, durante el de Enrique Graue. Mi opinión es que la UNAM no puede extender ese modelo por cuatro años más porque ya se agotó. Es indispensable que se adopte uno nuevo para resolver los problemas pedagógicos, administrativos y políticos que ahora enfrenta, que ya no son los mismos que hace dos décadas. Por eso mismo, hoy más que nunca lo que más debe pesar en la decisión de la Junta de Gobierno es el proyecto presentado por los candidatos a la rectoría. El proyecto que haga el mejor análisis crítico global de la situación actual de la UNAM, de cuáles son sus debilidades y sus fortalezas, de cómo puede enfrentar sus retos, es el que deberá ser escogido por la Junta.

Hay dos extremos que deben evitarse: el de un continuismo que deje las cosas como están, con el peligro de que el barco acabe de hundirse y el de un reformismo a ultranza que haga que el barco se pierda dentro de las tempestades. La Junta tendrá que encontrar un término medio que no sólo mida el peso del proyecto, sino la personalidad, la madurez y la experiencia del candidato o la candidata que se elija. El nuevo rector o rectora de la UNAM deberá defender la autonomía, claro está, pero con sensatez, es decir, sin involucrar a la institución dentro de las luchas partidistas de la política nacional.

Me parece que un candidato al que debemos prestarle atención es Sergio Alcocer, no sólo porque ha ofrecido un proyecto de notable solidez, sino también porque representa, en esta ocasión, una opción de renovación con rumbo, que es lo que requiere la UNAM para entrar con pie firme en el futuro.