Guillermo Hurtado

Viejo y nuevo orden

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las leyes y las instituciones no son eternas y no sería bueno que lo fueran. El mundo cambia, los seres humanos cambian y, para cada momento, es indispensable buscar las leyes y las instituciones que se adapten mejor a las circunstancias.

Como otras naciones, México ha pasado por procesos de destrucción y construcción legal e institucional. La Conquista aniquiló el orden mesoamericano y creó el colonial. Luego, la independencia hizo lo mismo con el régimen virreinal y fundó el republicano. Y lo mismo sucedió con la revolución que desmanteló el porfirista y construyó el revolucionario. En cada caso, hubo personas y grupos que se resistieron al cambio, que lucharon para que todo permaneciera igual. Todavía hoy hallamos defensores nostálgicos de aquellos mundos que han dejado de existir: son quienes afirman que México hubiera estado mejor sin la Conquista o sin la independencia o sin la revolución.

El lopezobradorismo pretende ser una transformación tan honda como las tres anteriores, pero su método es diferente. Mientras que la Conquista, la independencia y la revolución fueron guerras en las que corrió sangre, la llamada Cuarta Transformación no ha sido un enfrentamiento armado, lo que no quiere decir que no haya ejercido algún tipo de violencia. La Cuarta Transformación pretende destruir el viejo orden para construir, sobre las ruinas de éste, uno nuevo. Eso fue lo que sucedió en la Conquista, en la independencia y en la revolución y, por ello, es predecible que haya una resistencia al cambio. Quienes encabezaron el orden anterior no quieren verlo destruido. Toda revolución tiene su reacción.

Flota en el aire la pregunta de cómo terminará siendo ese nuevo orden que construirá la llamada Cuarta Transformación; porque no basta con destruir, hay que edificar para reemplazar lo viejo por lo nuevo. No podemos quedarnos en el proceso de derribar las instituciones y las leyes del orden anterior, hay que entrar, de inmediato, en la etapa de la construcción de las nuevas leyes y las nuevas instituciones. Mientras más rápido, mejor. Una revolución y, por lo mismo, una transformación como la que vive México tiene que hacerse de prisa, porque siempre se corre el riesgo de caer en el caos.

Tal parece que durante todo lo que resta del sexenio de López Obrador continuará el proceso destructivo del antiguo régimen. Por ello, sea quien sea el candidato de Morena para la próxima elección presidencial —no me ocupo, por ahora, de los demás candidatos— tendrá que ofrecer a la ciudadanía un proyecto convincente y, sobre todo, responsable, de construcción de leyes e instituciones que nos brinden seguridad y estabilidad. Me temo que mientras no lleguemos a ese momento, el escenario político mexicano seguirá siendo turbulento. Sin embargo, también creo que podemos tener la esperanza de que, como ha sucedido en el pasado, se abrirá un nuevo horizonte para México.