Después de más de 60 años se repite un acto que demuestra lo que es la opulencia y el despilfarro, lleno de simbolismos y poder, y se confirma esa perversa unión milenaria entre la Iglesia y la monarquía en Reino Unido que, históricamente, sólo ha servido para el abuso, la explotación y la esclavitud de los más pobres: la coronación del rey Carlos III.
A las 13:00 horas, tiempo de España, se coronó al rey Carlos III en una ceremonia en la Abadía de Westminster en Londres, Inglaterra. Sentado en la silla de San Eduardo, que data del año 1296, vestido en color oro, rodeado de joyas acumuladas a través de los siglos y animado con el canto de un coro, se mantiene esa tradición añeja de poder y clasismo.
Este fin de semana se paralizó Reino Unido y buena parte de Europa, con una transmisión mediática hacia todo el mundo, incluidas las televisoras y radio mexicanas, que transmitieron una ceremonia cargada de poderío político, económico y religioso, en la que dicen tales mentiras como que se trata de una elección de Dios, por derecho divino, para ungir al nuevo rey tras la muerte de su madre Isabel II, quien durante siete décadas ostentó la corona británica y todo lo que eso implica para 67 millones de personas que habitan esa isla.
“¡Dios salve al rey Carlos, larga vida al rey Carlos, que el rey viva eternamente!”, con esas frases promulgadas por todos los asistentes culminó la coronación del rey Carlos III y dio paso a una nueva reina, Camila, esposa de Carlos, a quien le impusieron una corona hecha con 2,200 diamantes sobre una estructura hecha de plata, a diferencia de la corona de San Pedro que usó el rey con un peso de dos kilos.
Quien ya se frota las manos para subir al trono es Guillermo, el príncipe de Gales, hijo de Carlos y Lady Diana, quien es el siguiente en la lista para continuar con este acto de coronación anacrónico, antidemocrático y decadente. Su hermano Harry, el otro príncipe que renunció a los títulos, también estuvo presente en la coronación de su padre, aunque alejado de la ceremonia real.
Su traslado en medio de la multitud allí reunida lo hicieron en un carruaje del año 1762, en el que los nuevos reyes de Inglaterra se trasladaron al Palacio de Buckingham ante miles de personas que esperaban la llegada del cortejo real.
La coronación de Caros III y su esposa estuvo resguardada por miles de agentes de distintas corporaciones policiales y de inteligencia, militares, guardias reales y fuerza área.
Lo que más parece a un evento medieval, gran parte de la sociedad británica sigue apoyando a la monarquía de ese país, al igual que en otras naciones donde mantienen este mismo rito que data del siglo V.
Sin embargo, la nota también la dieron miles de manifestantes británicos que tomaron las calles para expresar su rechazo y descontento con esa monarquía colonizadora de Reino Unido. La policía detuvo a los principales líderes de la movilización y así contuvo a los que gritaban consignas contra Carlos y todo lo que representa.
Dos instituciones rancias, la Iglesia y la monarquía, unidas por la ambición y el poder, ambas muy criticadas por sus múltiples acciones abusivas que no terminan y que desencantan a muchas sociedades.
Este evento real se reconoce como una estrategia para cuidar la imagen pública de la corona británica, que es lo único que la mantiene viva ante una sociedad más informada y mucho menos privilegiada.