Bicentenario de la Independencia y otras fobias históricas

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

No es ningún secreto que los gobiernos suelen hacer uso de la historia a su conveniencia. En el caso mexicano esto resulta hoy, de nuevo, particularmente cierto, como lo fue durante el régimen hegemónico priista (1929-1997). La cercanía de efemérides históricas que se concentran en estas semanas da pie a una buena ejemplificación y, por lo mismo, a una profunda reflexión.

Vamos a empezar con la independencia de nuestro país. Todo mexicano sabe del “grito” del cura Miguel Hidalgo, el 16 de septiembre de 1810, como el inicio de la gesta de emancipación de la corona española. También se encumbra en el altar patrio a Morelos y a Guerrero. Esos próceres y elementos se encuentran masivamente replicados en calles, monumentos, plazas, libros de texto y hasta nombres de estados. En cambio, si se preguntara cuándo es la consumación de la independencia de nuestro país (de la que en 5 días se celebrará su bicentenario), muy difícilmente se obtendrá una respuesta correcta, al igual que los 200 años de los Tratados de Córdoba, episodio clave, previo a la consumación.

Por poner un ejemplo, Buenos Aires honra con la avenida más importante de Argentina —y uno de los íconos urbanos más importantes del mundo— al 9 de julio, fecha de la consumación de la independencia argentina, que comparte reflectores con el 25 de mayo, inicio de la gesta emancipadora. Aquí sería impensable algo así. Hay una tara genética en darle su sitio a personajes como Juan O´Donojú y Agustín de Iturbide (peor aún este último, que osó convertirse en emperador), en el exitoso proceso de culminación de la Independencia. Ésa fue la línea interpretativa durante la hegemonía priista del siglo pasado, y ya no se diga en la actualidad.

En esa misma lógica de interpretación sectaria de la historia, se encuentran los cinco siglos de la caída de México-Tenochtitlan —recientemente, el 13 de agosto—, que ahora se trata de forzar y dirigir hacia “500 años de resistencia indígena”. Esto embona perfectamente con la campaña de desprestigio contra uno de los villanos favoritos de moda: Cristóbal Colón. Por supuesto, esto no solamente ocurre en México y su ciudad capital, sino que la polémica sobre las consecuencias relacionadas con el “descubrimiento de América” o “encuentro de dos mundos”, genera una profunda polémica. Los últimos años fueron propicios para vandalizar su escultura en una de las glorietas principales del Paseo de la Reforma, misma que fue retirada para efectos de “restauración”. Hace unos días se anunció que una cabeza olmeca, cuya maqueta fue ampliamente difundida en redes y medios, iba a colocarse en reemplazo de Colón. Por ahora se dio marcha atrás a la propuesta. El episodio calza con el tono de repudio al almirante genovés y a los conquistadores españoles, como responsables originarios de muchos de los males contemporáneos, de los países que otrora fueron parte del imperio español. En México, además, abona al actual desafortunado discurso gubernamental antiespañol.

Así la agenda con las batallas atávicas e ideológicas, para moldear la interpretación de la historia para las futuras generaciones.

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