El embate gubernamental contra la ciencia, la técnica, la investigación, la educación superior y, en general, el pensamiento libre, encuentra uno de sus más ominosos episodios en la crisis que está experimentando el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Sirvan estas líneas para manifestar una solidaridad sin ambages a la comunidad cideíta.
Distintas instituciones universitarias hemos experimentado, desde el inicio de la actual administración, las arremetidas y el acecho desde la tribuna presidencial. Cada vez son más frecuentes y diversificadas sus diatribas. Aun así, lo que ocurre en el CIDE es un hito dentro de este aciago ciclo.
Como se sabe, la nuez del conflicto fue el proceso de confirmación del impopular director interino, como director general; un proceso plagado de omisiones y errores estratégicos, como distintos analistas han señalado (de forma destacada y prístina, Javier Martin Reyes en el blog de Nexos MCCI).
En este sentido, con genuina convicción académica y democrática, resulta difícil no suscribir en sus términos el posicionamiento del INE, una de las instituciones que integran el Consejo Directivo del CIDE, que, a través de su secretario ejecutivo, Edmundo Jacobo, nos hizo saber las fundadas razones por las que decidió no acompañar la polémica decisión del nombramiento.
A diferencia de las críticas puntuales o generalizadas que se han hecho desde el poder político a las universidades, lo grave en el caso del CIDE es la intervención que se pretende realizar a una de las instituciones ejemplares en la formación de cuadros que han nutrido de talento diversas áreas del servicio público, la docencia y la investigación en México. Una institución de alto rendimiento que, a pesar —o tal vez justo por ello— de su modesto tamaño, ha dejado una significativa impronta por sus contribuciones al país, en sus casi cinco décadas de existencia.
Lo que ocurre con el CIDE es del mayor interés nacional, ya que no sólo está en juego la autonomía de una pequeña institución de educación pública, sino también, con ella, la de todas las grandes escuelas y facultades que masivamente ofrecen educación pública en el país, además de la libertad de cátedra y la pluralidad a su interior. No hay que quitar la mira de la renovación de la Rectoría de la UNAM, que se encuentra prácticamente a la vuelta de la esquina.
No es gratuita la multiplicidad de adhesiones, individuales y colectivas, que han expresado distintas asociaciones mexicanas y extranjeras, así como universidades públicas y privadas, manifestando su entusiasta solidaridad con el CIDE. La respuesta a la marcha convocada el pasado sábado 4 de diciembre dio una emocionante prueba de ello. #YoDefiendoAlCIDE se convirtió en una consigna ampliamente abrazada.
No fui estudiante del CIDE ni he trabajado ahí. Sin embargo, he compartido con muchos talentosos egresados y/o colegas de su facultad diversos espacios de reflexión, debate, diálogo, crítica y construcción, tanto en el servicio público como en la academia. Como integrante de la comunidad del ITAM, hago votos por la pronta resolución del conflicto, con la restitución de libertades y derechos, que han caracterizado al CIDE.