Congreso, campaña e informe

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Hace algún tiempo, el 1 de septiembre estaba marcado en el calendario político mexicano como “el día del Presidente”.

Era una de las pocas ocasiones en las que el titular del Ejecutivo asistía al Congreso, con motivo de la apertura del periodo ordinario de sesiones, para entregar el informe del estado general de la administración. El quiebre se dio en 2006, con el conflicto post-electoral, cuando los diputados y senadores inconformes con el resultado impidieron a Vicente Fox acceder al salón de sesiones para dar su mensaje.

Mucho se ha criticado el modelo de comunicación política establecido poco después, en la reforma política de 2007. Para efectos de este texto, valga señalar que el acuerdo de las fuerzas políticas de entonces fue limitar el abuso por parte de los gobernantes —principalmente el Presidente de la República— de la promoción personalizada de su imagen al presumir sus logros de gobierno. Fue así que desde entonces se estableció un periodo de una docena de días previos y posteriores a la fecha del informe -que ya no se entregaría más de manera presencial, sino sería remitido por escrito- para difundir mensajes al respecto, aunque se instauró también la costumbre de realizar un evento “paralelo” de presentación pública del informe, discurso presidencial incluido.

Desde entonces hemos visto tres estilos de campañas presidenciales: la de Felipe Calderón, centrada en informar, resaltando los principales programas, beneficiarios y resultados de la gestión; la de Enrique Peña, que se volvió memorable por la disciplina de mensaje durante el segundo tercio de su mandato, bajo el slogan de “lo bueno casi no se cuenta” y con el remate “pero cuenta mucho”… lo que en 2016 fue auto boicoteado con aquella ominosa recepción a Donald Trump; y en contraste, la campaña que actualmente está al aire.

La verdad es que ahora la acotada campaña personalizada de difusión de logros y los eventuales eventos en torno al informe son cubitos de hielo, en comparación con el gigantesco iceberg de las denominadas “conferencias mañaneras”, esos espacios de proselitismo partidario. No hay que ser adivino para saber que el acto del informe de hoy será nuevamente una mañanera reloaded, si acaso, con un poco más de valores de producción e invitados.

Punto y aparte, lo que sí resulta novedoso en estos días es la integración de la Cámara de Diputados: por segunda ocasión, la Legislatura que arranca será paritaria —ahora sí, con 250 diputadas— y, por primera vez en casi noventa años, con un 30% de personas legisladoras que fueron reelectas consecutivamente (una cifra nada menor, considerando la novedad). También hay que destacar que se evitó la conformación de una “megabancada” a fabricarse ficticiamente con socios de la coalición legislativa integrados al bloque legislativo del partido en el gobierno. A diferencia de hace tres años, cuando se orquestó un fraude a la voluntad ciudadana, es una buena noticia que, al menos en el arranque de la Legislatura, se respete la voluntad del electorado, con el aval del INE y del Tribunal Electoral.

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