Horacio Vives Segl

Elecciones México 2023: dos golondrinas no hacen verano

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Hago un recuento de lo que, a mi juicio, fue lo más descollante de las elecciones para las gubernaturas que se disputaron el domingo pasado en Coahuila y el Estado de México.

El PRI se jugaba los dos últimos estados en los que nunca había habido alternancia en el ámbito del Ejecutivo local y que, desde hace más de 90 años, eran feudos indisputables del otrora partido hegemónico. Coahuila se mantiene como esa rara avis, el único estado que seguirá sin alternancia y que, al concluir el mandato de Manolo Jiménez, alcanzará un siglo de gobiernos priistas. En el Estado de México, la derrota es particularmente dolorosa para el PRI. Aun así, para el 2024 no está definido nada: en lo que va del siglo, tres candidatos de partidos distintos al PRI (Fox, Calderón y López Obrador) ganaron la elección presidencial un año después de que el candidato priista ganara la elección de la gubernatura mexiquense. Adicionalmente, si se suman los votos efectivos de las dos elecciones, se verá que la diferencia entre las dos alianzas arrojó un resultado muy parejo y competitivo.

Aunque se observara en las dos campañas, en el caso de la elección del Estado de México, los programas sociales fueron uno de los factores determinantes que explican el triunfo de Delfina Gómez. Véase el análisis del catedrático del ITAM, Alejandro Moreno, de la encuesta de salida de la jornada electoral publicada en El Financiero.

Ya que hablamos de encuestas, muchas de ellas nada más no resistieron el peso de la realidad. No tenía ningún mérito atinarle a quién iba a ganar en las dos contiendas. Eso estaba cantado prácticamente desde el arranque de las campañas. Sin embargo, en el caso del Estado de México, el hecho de que la distancia entre las dos candidatas fuera sólo del 8%, dejó muy mal paradas a varias casas encuestadoras, que desde la campaña e, inclusive, en la jornada electoral con las encuestas de salida, hablaban de diferencias de “doble dígito”, “sobre el 15%” y, ya en el delirio, los 20-25 puntos porcentuales que fueron el mantra de campaña de Juntos Hacemos Historia. La precisión en estos casos importa mucho.

Otra de las lecciones tiene que ver con que si se fractura la alianza gobernante, ésta puede ser fácilmente derrotada. Los pleitos que dieron lugar a que presentaran cada uno de los tres partidos a su candidato en lo individual, fueron uno de los factores que explicaron el pésimo resultado obtenido en Coahuila. Las “declinaciones” ordenadas desde las dirigencias nacionales del PT y del Verde, en favor del candidato de Morena y el desacato de los candidatos en la víspera de la jornada electoral, fueron la cereza de la crónica de un desastre anunciado.

Hay que señalar que desafortunadamente se presentó esa horrenda conducta de llamarse triunfante al término de la jornada electoral, sin esperar a los resultados proporcionados por la autoridad electoral. ¿Qué caso tiene hacer esto, si es sólo cuestión de unas pocas horas para que la evidencia ponga en su lugar a los falsos triunfadores?

Finalmente, el desempeño estupendo del INE y de los OPL del Estado de México y Coahuila mostraron una vez más que las autoridades electorales saben hacer muy bien su trabajo, y que no se necesita ningún plan B o cualquier otra ocurrencia o iniciativa envenenada, que ponga en riesgo la celebración de elecciones con integridad y que permitan a la ciudadanía elegir gobiernos y congresos en libertad.