Hace unas semanas se estrenó en el circuito comercial de cines del país una joyita de película que, definitivamente, es de lo más recomendable entre lo último que se ha exhibido en cartelera.
Me refiero a Golda (2023), dirigida por Guy Nattiv, con guion de Nicholas Martin y una magistral interpretación por parte de Helen Mirren —lo cual ya es mucho decir— como la primera ministra de Israel entre 1969 y 1974, Golda Meir.
La película se concentra en un puñado de días en 1973, que corresponden al breve —pero muy cruento— desarrollo de la Guerra de Yom Kippur (6 al 25 de octubre) y la dramática toma de decisiones que tuvo que afrontar Meir en esas escasas tres semanas. El filme llega con la conmemoración del 50 aniversario de estos hechos cruciales.
Desde que fue fundado el Estado de Israel, en 1948, la región no ha dejado de estar en el péndulo que va desde etapas de tensa calma hasta fuertes confrontaciones bélicas. En apenas 25 años de existencia del Estado israelí, la Guerra de Yom Kippur era ya el cuarto enfrentamiento militar frontal en la región. Como se sabe, y de forma muy sucinta, el antecedente inmediato había sido la Guerra de los Seis Días, en 1967, a resultas de la cual las fuerzas armadas israelíes ocuparon los Altos del Golán, Cisjordania, la Franja de Gaza y la Península del Sinaí, lo cual dejó en claro la superioridad del poderío militar de Israel frente a sus vecinos árabes. Seis años más tarde, justo en la fecha del Yom Kippur (el “Día del Perdón”) —uno de los días más sagrados de la religión judía—, se produjo un ataque coordinado por parte de Egipto y Siria con la intención de recuperar, respectivamente, la Península del Sinaí y los Altos del Golán.
No es gratuito que Golda Meir sea una de las líderes más destacadas del siglo XX. La película la muestra como una mujer cuya enfermedad y adicción al cigarro en lo absoluto afectan su juicio y capacidad de comandar las complejas decisiones que tuvo que enfrentar, y que dejaron como saldo la pérdida de miles de soldados israelíes (la cifra exacta está aún a debate), y muchas más bajas entre los ejércitos árabes. Con un liderazgo sin fisuras, Meir atiende los informes de su estado mayor militar y asume las consecuencias de sus decisiones (la más polémica, el no haber activado sus tropas antes del día de Yom Kippur, lo que, presuntamente, habría producido una pérdida de vidas considerablemente menor).
Dentro de las muchas escenas memorables, dos destacan: primero, la conversación que la primera ministra sostiene con el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger —estupendamente interpretado por Liev Schreiber—, en la que éste señala sus identidades en orden: “Americano, secretario de Estado y judío”, a lo que Meir revira magistralmente, obligándolo a asumir lo que debe enfrentar con la guerra: “Se te olvida que en Israel leemos de derecha a izquierda”; la otra es cuando Meir, quien nació en Kiev, rememora cómo el ejército ruso había sido particularmente cruel en los linchamientos antisemitas sucedidos en Ucrania. Es claro el guiño político ante la actual invasión rusa a ese mismo país.
Finalmente, hay que recalcar la extraordinaria actuación de Mirren. No cabe duda de que pocas actrices han alcanzado su nivel de excelencia, al ponerse en la piel de las distintas mujeres de Estado que ha interpretado, enormes figuras como las de la emperatriz rusa Catalina la Grande y la aún muy extrañada Isabel II del Reino Unido. Ahora nos deleita con una nueva interpretación contundente, que enaltece el liderazgo y la fortaleza de la hasta ahora única primera ministra que ha tenido Israel, sin duda una de las cinco mujeres más relevantes en la historia del siglo XX.