Horacio Vives Segl

Líderes de gobierno y el efecto dominó

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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E l Covid y las crisis económicas han sido desafíos que los gobiernos de todo el mundo han tenido que enfrentar y, muchos de ellos, no precisamente de forma exitosa. En días recientes hemos presenciado cómo en tres países se han generado crisis políticas que tienen a sus respectivos gobiernos en vilo o, de plano, ya cayeron. Se trata de Italia, Reino Unido y Sri Lanka.

Lo de Italia es muy peculiar. En febrero de 2021, cuando ese país era duramente azotado por la primera ola del Covid, cayó el débil gobierno encabezado por Giuseppe Conte y, entonces, Mario Draghi —expresidente del Banco Central Europeo y, posiblemente, el italiano con más prestigio internacional— fue llamado a encabezar un gobierno de unidad para resolver la crisis sanitaria y económica. Tan solo año y medio después, resultó un tanto incomprensible que la semana pasada, tras un cisma en el partido M5S (Movimiento 5 Estrellas, uno de los integrantes de la coalición gobernante), una votación en el Senado llevara a Draghi a presentar su renuncia como primer ministro, la cual no fue aceptada por el presidente de la República, Sergio Mattarella. Esta crisis pudiera terminar tan pronto como hoy, cuando Draghi está convocado para comparecer ante el Parlamento y decidir la suerte de su gobierno. Lo más curioso es que para mantener la coalición de gobierno ni siquiera se requiere del M5S. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, pero el amago de Draghi puede acabar generando una crisis política más profunda que la que se resolvió al inicio de su gobierno. En los próximos días puede continuar el mismo gobierno, o puede que se forme una coalición distinta, encabezada por el propio Draghi, o puede formarse otro gobierno con otra coalición y sin Draghi, o bien, puede haber una convocatoria a elecciones anticipadas. Con Italia, a ciencia cierta, nunca se sabe.

El caso de Boris Johnson es la crónica de una era —afortunadamente breve— con un final predecible. Desde que se dieron a conocer los eventos sociales (partygate) celebrados en las esferas gubernamentales mientras a la población se le imponía un duro confinamiento, los escándalos no han cesado, sumándose una errática (incluso traumática) ejecución del Brexit, una mala gestión de la pandemia, la ruptura del Protocolo de Irlanda del Norte, el impulso de nombramientos impopulares y la mala gestión económica (alta inflación y aumento de impuestos). Hace unas semanas, en el jubileo de platino de la reina Isabel II, el abucheo a Johnson dejó evidente el desprestigio acumulado. Si bien hace unos días superó una moción parlamentaria de censura, su renuncia es definitiva y parece que nadie lo echará de menos. Está en marcha la carrera para encontrar a su sucesor como líder del Partido Conservador y, en tanto tal, primer ministro del Reino Unido.

Por su parte, Sri Lanka posiblemente no había experimentado una crisis política y social como la actual, desde que dejó de ser parte del imperio británico, allá por 1948. Esta no es una afirmación menor, considerando la larga guerra civil con los separatistas tamiles o los atentados terroristas de 2019. Bajo la hegemonía política de la familia Rajapaksa en lo que va del siglo, la crisis de corrupción, económica, energética, alimentaria, laboral y sanitaria generó una incontenible ola de protestas populares, incluyendo el asalto a la residencia presidencial, para terminar de forma abrupta el mandato del presidente Gotabaya Rajanapaksa, quien salió huyendo del país. Siendo una república semi presidencial, el primer ministro, Ramil Wickremesinghe, asumió interinamente la presidencia, con el mandato de encontrar una salida institucional que ponga fin a la durísima crisis que azota a los esrilanqueses.