El mandato de las urnas: pluralidad y contrapesos

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl larazondemexico

Si bien todavía no están los resultados oficiales —hoy en todo el país arrancan los cómputos distritales— y menos aún los definitivos, pues todavía falta la etapa de las impugnaciones que serán resueltas por el Tribunal Electoral, las elecciones del domingo pasado dejaron un mandato inequívoco: el poder del voto ciudadano, que en esta ocasión sirvió para refrendar la pluralidad política, fortalecer los contrapesos y revitalizar a la oposición. No hay, pues, ni ganadores absolutos ni vencidos definitivamente.

A pesar de los ataques que desde antes del inicio del proceso electoral recibió el INE, hoy queda demostrado que es la institución civil del Estado mexicano que mayor fortaleza posee. Que 52% de los ciudadanos hayan salido a votar, es una tasa histórica de participación para elecciones intermedias. Mucho más mérito si se considera que las elecciones se realizaron en el contexto de la pandemia. La confianza ciudadana en el INE y en el sistema electoral resultó fortalecida.

En 2018, el Presidente ganó con el 53% de los votos y su partido obtuvo el 38% de la votación para la Cámara de Diputados (un poco más, si se considera el aporte marginal de sus entonces aliados electorales). De ahí a cómo se construyó ficticiamente la mayoría calificada que tenían, es otra historia ya bien conocida; pero desde entonces, y más allá de que no se dieran los equilibrios buscados por el electorado, ya estaba manifiesta la decisión ciudadana por los contrapesos legislativos.

Con datos preliminares, se insiste, la proyección es que ahora el partido presidencial obtuvo el 34% de los votos, más 8% de sus aliados. Esto es: una mayoría del 58% del electorado no votó por apoyar a los partidos del bloque oficialista para la Cámara baja. Como se sabe, la coalición gobernante podría mantener la mayoría absoluta, pero quedará muy lejos de la calificada (incluso si se sumara el eventual apoyo de Movimiento Ciudadano). Será, pues, interesante ver los incentivos a la cohesión de los distintos bloques, particularmente cuando el oficialista cuenta con un socio como el Partido Verde, de amplia experiencia en el acomodamiento legislativo.

La oposición formada por los partidos que protagonizaron la transición democrática en México (PAN-PRI-PRD), tuvo el respaldo electoral de permanecer en un frente que ya se verá si se traduce en cohesión legislativa. Lo cierto es que una alianza muy criticada en la opinión pública resultó una buena estrategia electoral, al menos a nivel federal.

En el ámbito local, es innegable el avance de Morena, que suma una decena de gubernaturas, a expensas —en mayor medida— del PRI, que ve cómo poco a poco va perdiendo terreno en este ámbito político.

Pero la gran nota de las urnas ocurrió en la Ciudad de México. Desde las elecciones de 1997, el avasallamiento de la misma clase política y sus sucesiones partidarias, controlaron la Jefatura de Gobierno y las mayorías en el Legislativo local (Asamblea legislativa o Congreso), y las unidades administrativas (delegaciones o alcaldías). ¿Cuán mal lo habrán hecho, para que en esta elección perdieran tanto y se terminara esa hegemonía? La respuesta se puede encontrar en varios lugares. Entre ellos, seguramente, en la Línea 12 del Metro.

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