Marchas LGBT+

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl Foto: larazondemexico

El sábado pasado tuvo lugar la XLIII Marcha del Orgullo en la Ciudad de México, al igual que en el transcurso del mes de junio se realizaron manifestaciones similares en otras ciudades del país. Usualmente, la capitalina se realiza el sábado más cercano al Día Internacional del Orgullo LGBT+, el 28 de junio, designado en conmemoración de la represión y redada policial ocurrida en el neoyorkino bar gay de Stonewall, en 1969.

Fue, en específico, una marcha incluyente, con saldo blanco y una numerosa convocatoria. Se trató, además, de la segunda marcha realizada en condiciones de “confinamiento”, dado que seguimos aún sin resolver —y lo que es peor, los últimos datos señalan que vamos empeorando, a pesar de la vacunación— el problema de la pandemia de Covid-19.

Ahora bien, es interesante observar el doble propósito que tienen en la actualidad muchas de estas marchas, no sólo en México, sino en todo el mundo. En primer lugar, dar expresión a protestas y reclamos por todas las violencias perpetradas contra los colectivos y por el rezago en la obtención de distintos derechos, en aras de una igualdad sustantiva. A pesar de los indiscutibles avances de agenda que se han logrado, siguen sucediendo demasiados crímenes de odio y oyéndose demasiados discursos fóbicos. Para terrible y reciente ejemplo, apenas el 5 de junio, el infame caso de violencia extrema contra un joven con VIH que fue brutalmente torturado, quemado y asesinado en Quintana Roo. También están los datos del Observatorio LGBT+, que reportan 25 asesinatos en lo que va del presente año (a los que habría que agregar un multiplicador invisibilizado). En este sentido, también son reveladores los hallazgos del informe 2021 “Impacto diferenciado de la Covid-19 en la comunidad LGBTI+ en México”, coordinado por Yaaj México, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll México, la Embajada de Australia en México y con el respaldo de más de 40 instituciones.

El segundo aspecto, ya alejado del justo componente de protesta, tiene que ver con la visibilización y normalización del movimiento. Y de la mano con ello, la parte integradora y festiva de las marchas. Lo cierto es que probablemente ésta haya sido, en las décadas recientes, la parte que más ha abonado a la visibilidad del movimiento, y también, relacionado con ella, un feroz crecimiento del aprovechamiento comercial de un segmento poblacional que muchas marcas desean impactar.

Sea por cuestiones legales, por mejores prácticas, por propiciar cambios culturales en la dirección correcta, por interés comercial o por una mezcla de todo lo anterior, lo cierto es que actualmente ya no se habla sólo de un día o de una marcha, sino de junio como “el mes del orgullo”. Toda una temporada anual. Sin embargo, a pesar de ello y de otros logros alcanzados, sigue siendo una realidad que actualmente los colectivos LGBT+, como muchos otros grupos vulnerables, carecen de políticas públicas adecuadas y apoyos suficientes por parte del Gobierno. El objetivo debe ser que se garanticen todos los derechos, se resuelvan las injusticias históricas y se erradique cualquier discurso y acción de odio, para lograr la plena igualdad. Y, claro, que las marchas, como expresión de visibilidad y de memoria activa, sigan realizándose.

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

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