Horacio Vives Segl

México en “su” mundo

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Desde que el titular del Ejecutivo mexicano parafraseó eso que decía Donald Trump de que “la mejor política exterior es la buena política interior”, quedó claro que, durante la presente administración, el papel de México en el mundo no sólo no sería una prioridad, sino que, incluso, quedaría relegado a la irrelevancia. 

Tal vez pensaba —malinterpretando principios de política exterior, como los de autodeterminación y no intervención— que, si México no se involucraba en asuntos de otros países, por reciprocidad ninguno de ellos tendría por qué inmiscuirse ni opinar siquiera sobre la conducción política del país. Pero las cosas no son ni han sido nunca así de simples.

Lo cierto es que México ha participado tímidamente, sin ninguna contribución memorable, sino todo lo contrario (¿o ya se olvidó el desafortunadísimo dislate-elogio a Mussolini en la Asamblea General de Naciones Unidas de 2020?) en algunos foros multilaterales a nivel de líderes, gracias al formato en línea —tan acomodado a un Presidente al que no le gusta salir del país— usado en el ciclo pandémico. Recordemos que la única vez que López Obrador había ido al extranjero en su mandato había sido para esa bochornosa visita a la Casa Blanca cuando “el amigo” Donald Trump intentaba reelegirse.

En días recientes hubo actividad política internacional muy importante y, ante ello, las decisiones de México han sido, digamos, peculiares. La COP26 de Glasgow, al margen de sus insuficientes acuerdos, congregó a los más importantes líderes del mundo. El Presidente mexicano decidió no asistir, pero eso sí, declaró muy convencido que el principal acuerdo alcanzado en esa cumbre estaba inspirado en su “inédito” programa Sembrando Vida (como si hace dos sexenios, por ejemplo, no hubiera existido ProÁrbol).

En lugar de ir a la COP26, o algún otro foro de alto nivel internacional, el Presidente mexicano decidió salir del país, apenas por segunda vez, para acudir a la sede de Naciones Unidas, en ocasión de la presidencia de México del Consejo de Seguridad. Hay que poner ese dato en su adecuada dimensión: no se trata de una conquista diplomática excepcional; en lo que va del siglo es la tercera vez que México es miembro no permanente del Consejo de Seguridad (las dos veces anteriores, durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón). Por pertenecer a la zona de América Latina y el Caribe, cada tanto nos toca uno de los dos boletos reservados a la región. Ahora compartimos ese honor con San Vicente y Las Granadinas. Y, como la presidencia rota de forma mensual, pues nos tocó noviembre. Nada más.

Es cierto que todo discurso pronunciado ante un foro u organismo internacional, necesariamente hace guiños a la política y la audiencia domésticas. En esa lógica, la intervención de ayer no sólo fue —otra vez— una oportunidad desperdiciada para fijar, por parte de México, alguna idea de interés global; fue, encima, querer llevar al mundo la visión autocomplaciente y cansina de la propaganda esparcida en las conferencias mañaneras. En fin, otra oportunidad desperdiciada para mostrar ya no digamos liderazgo, sino, tan siquiera, sintonía con la agenda global.