La noticia del feminicidio de Alma Lourdes en Sonora sacudió nuevamente al país el fin de semana pasado. Un caso, que, como muchos otros, pudo haberse prevenido si no fuera por la falta de capacitación por parte de las autoridades para atender casos de violencia y acoso sexual.
Este miércoles 25 de agosto es la segunda audiencia, mientras tanto, Hilario “N” se encuentra en prisión preventiva. Los familiares de Alma esperan que se imponga la pena más alta por feminicidio, que son 70 años y por acoso sexual 3 años. Varias colectivas y asociaciones feministas han convocado a una marcha el día de la audiencia, esperando justicia para ella y que ni una persona más sea silenciada por poner un alto y alzar la voz.
Este caso tiene dos vertientes, por un lado, a la persona acosadora y presunta feminicida Hilario “N”. Sin duda un violentador de mujeres, primero cree que en un ejercicio de poder puede llegar a una tienda y acosar sexualmente a la dependienta, haciendo gala de su machismo y después, se considera impune y con todo su odio (misoginia) mata a la mujer que se atrevió a exigirle respeto y que dejara el local.
La otra vertiente es la victimización por parte de la policía, quienes tenían la obligación de protegerlas. Sin embargo, minimizan el delito de acoso sexual, del cual había sido víctima una mujer con la excusa de que “no pueden hacer nada, porque no estaban en el momento que la estaba agrediendo”. Desde cuándo, la autoridad necesita ser testigo de un delito para brindar protección a quien le dice que fue víctima de éste. El acoso sexual se sigue por querella y ellas lo estaban denunciando y en ese momento se debió de proceder. La consecuencia de su ineptitud ocasionó el asesinato de Alma. Razón tenía Hilario “N” al sentirse seguro de que no pasaría nada.
Por lo anterior es que es importante atender casos de acoso sexual como graves todos y tener protocolos de actuación bien establecidos. La violencia de género es un problema difícil de erradicar, una de las principales razones de su exacerbación en México es la falta de atención y urgencia que ameritan todos y cada uno de los casos que se denuncian. Parece que las autoridades no aprenden la lección que una y otra vez los casos de feminicidio nos dejan: atender desde el primer momento de la denuncia. Porque hoy en día sabemos que cualquier acto de acoso sexual, no es sólo el acto en sí mismo, es una expresión de violencia y una muestra de que esa persona, que no respeta los límites y que además agrede, es una persona potencialmente peligrosa.
El acoso sexual es una expresión de la violencia de género, una violencia que mata cuando el agresor no acepta un “no” como respuesta o se le ponen límites, por eso es fundamental que, tanto las personas como las autoridades estén conscientes de que el acoso sexual es un delito establecido en el Código Penal Federal y en todos los Códigos Estatales, que no es sólo “una vacilada”, como el feminicida de Alma lo hizo parecer; pero sobre todo, es estar conscientes que lo que está en peligro es la vida de muchas mujeres.