Una de las expresiones más terribles del racismo es el genocidio. Desafortunadamente, la historia de la humanidad ha estado marcada por estas conductas de discriminación, que tienen por intención aniquilar a un grupo de personas argumentando motivos raciales, políticos, religiosos o de etnias, entre otros, cargados de prejuicios y estigmas, pero, además, está la acción deliberada de exterminarles de forma sistemática, deteniendo el nacimiento o procreación de otros seres humanos.
En el siglo XIX se estableció en Ruanda un sistema organizacional que institucionalizaba las castas, donde la mayoría hutu quedaba subordinada a la segunda minoría, los tutsis. Esto generó un marco colonial e injusto, exacerbando las diferencias y el odio social, esto contribuyó tiempo después a que la población tutsi fuera víctima de genocidio. Se calcula alrededor de un millón de asesinatos, entre 250 mil a 500 mil mujeres y niñas violadas, y 600 mil personas desplazadas. A raíz de esta terrible tragedia, el 7 de abril se conmemora el Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio en Ruanda, que se recuerda cada año para rendir homenaje a todas aquellas personas, hombres, mujeres, niñas y niños, que en 1994 fueron exterminados.
La intervención, en 1994, de la Organización de las Naciones Unidas, al crear un Tribunal Internacional en Ruanda, fue central para acercar la justicia, y el 2 de septiembre de 1998, este tribunal dictó la primera sentencia condenatoria contra el alcalde de Tabas, Jean Paul Akayesu. Gracias a la participación del Sistema Nacional de Seguridad de la ONU, también se pudo visibilizar que este genocidio contó con un acto que, además del hecho ya detestable, fue aún más cruel: la saña en contra de las mujeres y las niñas, sus muertes y violaciones sistemáticas tenían la intención deliberada de destruir al grupo étnico tutsi, ya que al matarlas a ellas eliminaban la posibilidad de la procreación y, por tanto, la garantía del exterminio.
Las diferencias culturales han sido tomadas como amenazas, en vez de ser abono para entendernos, y la lista para exterminarnos entre nosotras y nosotros es larga. Entre los que podemos contar está el genocidio armenio (1915-1923), el Holocausto (1941-1945), el Samudaripen, Camboya (1975-1979), Ruanda (1994) y la masacre de Srebrenica (1995).
Desafortunadamente, muchas más personas de las que quisiéramos mantienen conductas de supremacía en donde el racismo, la xenofobia, misoginia, homofobia, islamofobia y antisemitismo, entre otras, forman parte de estas expresiones discriminatorias. Los llamados al odio en redes sociales, escondiéndose en libertad de expresión, son una cotidianidad que ponen a muchos grupos en situación de vulnerabilidad. La diversidad del ser persona debería de ser un valor que enriqueciera a las sociedades y que construyera diversidad de pensamiento, al garantizar la inclusión social. Al final, todas y todos giramos sobre el mismo planeta.