Cuando pensamos en una niña o un niño de tres a cinco años, ¿cuál es la primera imagen que se nos viene a la mente? Quizá ojeando algún libro o sujetando un lápiz de color. En esta edad, ellas y ellos hacen dibujos con más sentido y tienen relación entre sí y con su entorno. Un niño o una niña de cinco años ya aprende lo maravilloso de saber escribir y leer, y el juego es su mundo, la imaginación vuela y cualquier avance es un paso gigantesco. Padres y madres vivimos este momento embobados, sus risas y abrazos llenan el espacio y vemos con ilusión su crecimiento y, por supuesto, es el momento de la escuela, de preescolar.
Por eso se nos niebla la vista al imaginar el horror de que estos pequeños puedan ser usados con fines sexuales, que sus profesores y profesoras, y el cuerpo académico y de intendencia de escuelas, los comercialicen para que otros o, incluso ellos mismos, abusen sexualmente y, además, de manera grotesca. El informe “Es un secreto la explotación sexual infantil” pone en su justa dimensión lo que por lo menos se ha denunciado en 7 entidades federativas, donde en escuelas públicas y privadas existe una red de abuso sexual. Estas entidades son CDMX, Edomex, Jalisco, Baja California, Morelos, San Luis Potosí y Oaxaca. No quiero y no puedo repetir lo descrito sin que el coraje se apodere de mí, y pienso en mis hijos a esa edad, pienso en todas las niñas y los niños que lo viven y en cuántos pueden ser susceptibles de vivirlo y la palabra es impunidad, la que una y otra vez nos dice que por ella es todo posible.
A las niñas y a los niños les tenemos que preguntar si han sufrido abuso sexual, ellos no nos lo van a decir o no necesariamente de forma voluntaria. Entre otros motivos, para no hacerlo están: porque les dicen que es un juego, porque les meten miedo, porque les dicen que sus padres y madres están de acuerdo y, sobre todo, porque quienes abusan de ellos saben que tienen tres años, que tienen cinco años, porque no saben que eso que están viviendo es abuso, y es que ni siquiera conocen la palabra.
La ODI, que es la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia, dice que la mejor forma de lograr que un niño o niña cuente si le ha pasado algo, es transmitiendo mensajes de protección. Con cuatro ideas clave para que puedan hablar sin temor: Si te pasó algo que no te gusta y me cuentas, yo te voy a creer. Si te pasó algo que no te gusta y me cuentas, yo te puedo proteger. Cuando pasan cosas que lastiman entre un adulto y un niño/a, nunca es culpa del niño/a. Hay personas que cuentan mentiras a los niños/as para asustarles, pero lo que les dicen no es verdad. Y si después de esto sospechas que esté viviendo abuso, contáctate con dispensariodi.com.
Siempre y en todas las circunstancias de la vida, a un niño y una niña se les debe creer en principio, y dejemos los mitos como el que los niños mienten porque tienen mucha imaginación y que no dicen la verdad o que se confundieron. Esas creencias han dado pie a la impunidad y que México sea uno de los principales países donde se practica el abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes.