Abracemos a los atletas y a sus familias

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

No es nada fácil la vida de los deportistas mexicanos. Quizá no sea diferente a la de otros países, lo que hace diferente las cosas es que en México la dirección del deporte es un galimatías lamentable.

Si las cosas salen bien se ponen las medallas y hasta lloran con los deportistas, pero si no se logran los objetivos que se plantean, los atletas suelen ser olvidados y en muchos casos increpados, como si tuvieran las mejores condiciones para desarrollar su actividad.

Lo que estamos viendo en París no tiene muchas variantes de lo que hemos podido ver en otros juegos. Los atletas sobreviven por su vocación y esperanza y, sobre todo, porque sus familias empeñan su vida en ello haciendo todo lo posible para que cumplan sus sueños de vida.

El deporte es maravilloso, pero también puede ser brutal. Sólo existen quienes ganan medallas. Pasan a segundo plano o al olvido quienes luchan contra ellos mismos y logran superarse de manera destacada sin llegar al pódium; en muchos casos pueden hacerlos terminar de tajo su proceso olímpico.

En muy pocos casos se considera que los deportistas viven bajo un proceso que requiere tiempo, dinero y personal de primer nivel para que se puedan desarrollar en el mundo altamente competitivo de los deportistas de alto rendimiento.

Pareciera que estar entre los ocho primeros del mundo es cualquier cosa, porque lo único que llama la atención son las medallas. En los últimos juegos se ha podido apreciar un gran avance de los atletas mexicanos, quienes en muchos casos han quedado entre los ocho primeros, desde Río de Janeiro varios de ellos están entre los cinco primeros, pero pareciera que eso no es importante.

Es paradójico, pero las autoridades deportivas no necesariamente encuentran el gran triunfo personal que significa que los atletas superen sus propios recursos.

Las familias son el principal bastión. Los acompañan como pueden, incluso sin poder entrar a las competencias, sin dejar de estar con ellos. Los acompañan en las buenas y en las malas, como lo han hecho a lo largo de toda su vida.

Perder forma parte de la competencia, así como ganar es el objetivo, el cual suele pasar que en ocasiones sea un elemento aleatorio, en función de lo que los atletas viven en una competencia. Un extraordinario nadador mexicano fue atacado de manera inusual por cometer un pequeño error en su competencia.

En entrevista aseguró que la patada que dio al final de su heat eliminatorio, había quedado en 2o lugar, había sido un error. Lo lamentable es que le pasó en el momento menos indicado, lo cual hizo reventar todo su proceso. Tiene carácter y se va a levantar, pero de plano desapareció de las redes.

No se perdonan los errores porque no se entiende el valor del proceso. El escarnio en las redes es el espacio para impugnar a los atletas que llevan toda su vida entrenando para competencias como las de Juegos Olímpicos; lo aleatorio es parte de la competencia misma.

A estas consideraciones agreguemos las décadas en que el deporte mexicano vive en la confrontación, es su forma de vida. Es lamentable cómo las dirigentes del deporte se mandan pullas en plenos juegos a la vista de todas y todos. Llevan a los atletas en tesituras comprometidas colocándolos como moneda de cambio ante los patrocinadores, particularmente ante doña tele.

Abracemos a los atletas. Reconozcamos su esfuerzo, dedicación, tiempo y consideremos sensatamente sus resultados. Abracemos a sus familias porque ellas son quienes hacen posible su lucha cotidiana y que no pierdan su fe. Detrás de cada una y uno de ellos existe una historia digna de ser contada.

Cuestionemos la estructura del deporte, empecemos sin concesiones por la Conade y el Comité Olímpico Mexicano.

RESQUICIOS.

Si Nicolás Maduro estuviera seguro de su victoria no suspendería 10 días X ni se referiría como lo hace sobre el WhatsApp, muestra su talante y su visión autoritaria y limitada de las cosas de la política, la democracia y la vida.

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