Los remanentes y adversidades que rodean la vida del país son interminables, dolorosos y en muchos casos patéticos.
Lo que pasó la tarde-noche del lunes en Cancún no puede entenderse de otra manera que como parte de una concepción arraigada de cómo enfrentar manifestaciones y protestas por parte de los cuerpos policiacos, sus mandos y, a querer o no, los gobernantes.
Lo que de nuevo quedó en evidencia fue la falta de formación y entrenamiento de los policías, los cuales estaban informados que las autoridades tanto del municipio como estatales se habían reunido por la mañana con los colectivos que se iban a manifestar en la tarde-noche para ponerse de acuerdo. Las autoridades sabían con antelación por dónde iría la marcha, la cual se desarrollaría por las calles de Cancún para terminar frente a Palacio de Gobierno.
A los colectivos y organizaciones participantes se les había asegurado que podían manifestarse libremente y que no habría represión o intimidación alguna, que estaban en su derecho y que contaban con las garantías para ello. Nada de esto pasó, más bien se presentó exactamente lo contrario en medio de la violencia y agresiones a las y los manifestantes.
La policía actuó sin protocolo alguno. Lanzaron bala para amedrentar y absurdamente dispersar bajo la absurda idea de que estaban “cumpliendo con su deber”.
Lo que al final sucedió es que no sabían qué hacer, porque no estaban ni están preparados para enfrentar situaciones como la del lunes, no hay entrenamiento, protocolos, y por lo que se ve hay una pésima, lamentable e imperdonable incomunicación entre jefes y policías.
Cancún es uno de los centros turísticos más importantes de América Latina y quizá del mundo. Sus habitantes han ido construyendo un puerto que no sólo quede en manos de los turistas, han buscado también en medio de muchas dificultades crear una vida y entornos propios, lo cual pasa por la cultura, la educación, el deporte, medios de comunicación, entre muchas áreas.
Sus habitantes han tenido también que batallar contra la permisibilidad bajo la cual se mueven muchos turistas, particularmente de EU, para poder mantener el mercado de trabajo y defender lo que de suyo tiene Cancún.
Mucha gente joven encuentra a la Riviera Maya atractiva tanto por la calidad de vida como por la posibilidad de conseguir un empleo. No es casual el crecimiento de lugares como Cancún y Playa del Carmen, los cuales en los últimos años se han convertido en centros turísticos atractivos, rentables y aspiracionales.
Este crecimiento, así como va creando enormes posibilidades turísticas nacionales e internacionales, también creó un sinfín de riesgos. En materia política se vive bajo una rebatinga en donde los ciudadanos no alcanzan a distinguir entre un partido político y otro, porque no se han podido crear condiciones que estimulen desarrollos locales que no estén marcados por la desigualdad social y económica.
Cancún padece de lo mismo que la mayoría de los centros turísticos de playa del país. Detrás de los grandes hoteles, departamentos y casas está la pobreza, la desigualdad y el hacinamiento.
En medio de las luces y sombras, los habitantes de estas zonas turísticas dan cotidianamente su batalla en innumerables sentidos. Entienden y viven una dinámica interna bajo la cual ha ido creciendo una conciencia ciudadana sin olvidar nunca sus derechos y sus obligaciones.
Lo que pasó el lunes refleja aquello que no se ve en Cancún. Primero que nada el infame y brutal asesinato de una mujer de 20 años, y en segundo lugar, una policía que en lugar de ser solidaria arremete contra quienes protestan, como en todo el país, contra el feminicidio.
RESQUICIOS
La manera para que el INE atraiga un proceso electoral estatal no depende de la petición de un partido o legislador. La decisión está en el instituto electoral local, OPLEs; lo decimos por lo que se les anda ocurriendo en Oaxaca.