El círculo rojo del Presidente

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser Foto: larazondemexico

No tiene sentido imaginar o suponer que en algún momento el Presidente va a atemperar sus ánimos de pelea, confrontación e incluso rijosos; está en su naturaleza.

¿Qué tanto afecta esto en la gobernabilidad del país y qué tanto imbuye en la sociedad un clima confrontativo y polarizante, el cual empieza a tomar rasgos de camino sin regreso?

Ya se aprecian consecuencias. Sin embargo, es probable que estemos en medio de lo que precisamente quiere el Presidente. López Obrador no quiere perder una sola y se le va aplicando aquello de que cuando pierde arrebata.

No va a cambiar su discurso y acorde a su lógica no tendría razón para ello. Sabe que lo que dice irrita y molesta a quienes llama sus adversarios. Es probable que lo haga para ello, pero presumimos que lo hace también porque es en lo que cree; no parecen ser ocurrencias.

Lo que no queda claro para la gobernabilidad del país es si esto al fin le será útil a la sociedad en su conjunto, no sólo a los millones que lo siguen de manera cada vez más fervorosa y a quienes se les exige lealtad ciega.

El equipo del Presidente debiera ser particularmente analítico de lo que está pasando. Es fundamental, porque con mayor regularidad surgen opiniones y juicios cuestionables que terminan por ser, en muchos casos, alcanzados por la terca realidad, la cual rebasa al voluntarioso discurso.

El país no se hace a imagen y semejanza de un solo hombre. Es la sociedad, con todas las diferencias que pueda tener, la que determina el camino por más problemas que conlleve instrumentarlo. El problema es que el Presidente está gobernando con una mirada y estrategia que se está distinguiendo por la unilateralidad.

Muchas decisiones que ha tomado no han considerado opiniones que podrían fortalecerlo. La mínima crítica debería de haber colocado bajo otras perspectivas temas como la rifa del avión, los fideicomisos e incluso el juicio a los expresidentes; lo que hubiera permitido una visión más amplia de las cosas y generar la necesaria credibilidad colectiva.

El cuestionamiento que hizo ayer a la Corte, ante la eventualidad de que se deseche su propuesta sobre el juicio a los expresidentes, quiere colocar en entredicho al tribunal y a la democracia misma, siendo que existe un Estado de derecho que parte de un consenso social.

Hemos construido elementos que dan sentido y fundamento a la organización y decisiones que toma la Corte, es al fin y al cabo nuestra última puerta.

No le viene bien al país que el Presidente quiera hacer las cosas únicamente a su imagen y semejanza. Se está perdiendo de vista el momento que vivimos, el cual le está ofreciendo al mandatario una oportunidad única, por cierto no sólo a él, en función de su batallada historia política y sus aspiraciones; en el fondo hablamos de lo que todo esto puede significar para desarrollar un país diferente. López Obrador a veces pone en duda la posibilidad de hacer efectivamente el cambio histórico, económico, social y político.

Entendiendo que la atención prioritaria debe dirigirse a quienes menos recursos tienen, no puede pasar por alto el sentido de integración para el desarrollo. Dicho de otra manera, todos estamos en el mismo barco por más que por principio muchos merezcan más atención que otros.

Las salidas al complejo proceso que vivimos están fundamentalmente en el equipo del Presidente. Si quienes lo rodean no se plantean la imperiosa necesidad de hacerle ver la necesidad de escuchar, matizar, hacer a un lado el espíritu de venganza y no gobernar a imagen y semejanza de él mismo no encontramos otro camino que pudiera darle un giro al rumbo, mas no a los principios que lo definen.

RESQUICIOS.

Morena está metido en un gran lío por la elección de sus dirigentes, el pleito está cantado. El otro tema es la lana, de la noche a la mañana sus ingresos se reprodujeron de manera brutal. El pleito por la dirigencia y el dinero los está llevando a que a lo mejor “si son iguales”.

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