Dicen los viejos perredistas que López Obrador tarda en irse. Recuerdan que cuando informó que iba a dejar el partido, en varias ocasiones dijo que se iba, pero no se iba del todo; dicen que regresaba hasta porque se le había olvidado un lápiz en su escritorio.
Bajo un escenario diferente, quizá al tabasqueño ya le empieza a pasar algo parecido con la Presidencia. Lo que parecía su retiro a su rancho La Chingada, ahora pasa por “si me lo pide mi Presidenta”, o su está de por medio un asunto que considere de importancia estaré presente.
Claudia Sheinbaum ha tenido que lidiar estos días con estas declaraciones en que se manifiestan diferentes formas de abordar los temas, como es el caso de la reforma judicial. Pudiera ser que existieran algunas diferencias las cuales seguramente no son sustantivas, pero en la forma de aprobar las reformas hay dos caminos.
El Presidente asegura que deben aprobarse las reformas en septiembre y que ya están debatidas, en tanto que Claudia propone para ello una gran consulta, la cual como fuere se ha echado andar con poca esperanza entre muchos actores involucrados por aquello de que no le cambien ni una coma.
Si bien el Presidente dejará Palacio Nacional el 1 de octubre hay indicios de que no le está permitiendo espacio de maniobra a su sucesora, quien de manera contundente ganó la Presidencia.
Lo que ha venido pasando es, a querer o no, López Obrador le ha ido marcando algunos elementos a su sucesora al grado de que informa sobre sus actividades para los próximos días. El Presidente ya la incluyó en su ceremonia del adiós por todo el país, la cual ha reportado que será acompañado por la futura mandataria, quien había anunciado la posibilidad de recorrer México para agradecer el voto.
Es evidente que Claudia está, por decirlo de alguna manera, administrando su relación con el mandatario. No tiene mucho sentido confrontarse, sobre todo porque no ha de ser sencillo tener a un personaje como López Obrador enfrente, quien a pesar de todo lo que le puede deber y estimar, empieza a dar signos y evidencia de que no se quiere alejar mucho del cargo que digamos. El martes entre broma y en serio, soltó algo que tiene múltiples interpretaciones: “hay mucha gente que me pide que no me vaya”.
Independientemente de la forma en que acabe encontrando entendimientos Claudia Sheinbaum con el Presidente, en el camino empiezan a agolparse temas ante los cuales es muy importante que vaya haciéndose valer la futura Presidenta.
Es necesario que prevalezca el sentido del debate público porque son mecanismos en los cuales se integra la sociedad en su conjunto. El apabullante triunfo no puede pasar por alto que de cada 10 mexicanos seis, votaron por el oficialismo, lo que coloca a minorías con un peso real, juntos con todas y todos aquellos que se abstuvieron de ir a las urnas.
Es probable que en medio de su derrota la oposición pueda jugar un papel estratégico. No está para decirle no a las reformas por principio, está para urgir un debate y en los casos en que considere pertinente sumarse a la aprobación, porque en este terreno puede jugar un papel importante, debido a que las corrientes internas en Morena pueden presionar de tal manera que obliguen a tomar decisiones a la futura Presidenta que no vayan necesariamente en la línea de lo que propone.
El Presidente ha sumado a sus propuestas algunas de Claudia Sheinbaum. La razón se basa en que fue la propia futura Presidenta quien se lo propuso. Eso camina bajo cierta lógica, lo que empieza a ser cuestionable es que a Claudia no le estén dando espacios, ella, no se olvide, fue quien recibió directamente más de 35 millones de votos.
RESQUICIOS.
La oposición sigue sin dar pie con bola. Los resultados a nivel nacional muestran un panorama abrumador. Hay Congresos que se llevó el oficialismo zapato. La derrota no es sorpresiva, se fue construyendo desde hace al menos 6 años y por lo que se ve no se quisieron dar cuenta.