Torreón, Coah.- Un debate con público inevitablemente corre el riesgo de que se eche a andar la gritería en apoyo a uno u otro candidato.
Por más que se pida silencio las participaciones de los debatientes terminan por romper los precarios equilibrios, el público al escuchar a “su” candidato se asume en la plaza pública y difícilmente se controla, el debate termina a veces por ser muchos mítines en un teatro.
En el debate del domingo en Torreón, el público se comportó acorde a estas circunstancias. Hacia el final fue difícil guardar la compostura o algo parecido, porque los discursos de cierre eran, como debe ser, en tonos de agitación y arenga.
Lo que va quedando claro es que los debates ya no son días de campo en que los candidatos pudieran pasar de largo o que quienes lleven ventaja en las encuestas se dediquen a administrarse. Los debates cada vez exigen mayor preparación de los candidatos, independientemente de que terminen por influir o no en los electores.
Los debates pasivos son parte del pasado. Estamos ante nuevas exigencias que obligan a que las y los candidatos sean cuestionados en tonos de respeto y civilidad a profundidad. También es fundamental que entre los debatientes se dé un intercambio de ideas. Las formas muchas veces son incontrolables y tienen que ver con lo que cada candidato o candidata decida hacer.
En el debate del domingo para la gubernatura de Coahuila se conjuntaron muchas de estas variables. Las descalificaciones forman parte de las estrategias y los debatientes suponemos saben cómo utilizarlas y cómo defenderse. Lo que ya no se puede hacer es nadar de muertito o diseñar debates en que se pretenda que los moderadores sean cuenta tiempos.
En algún sentido Coahuila pudiera ser un referente más para buscar en los debates la confrontación de ideas para que los ciudadanos tengan elementos para decidir por quién votar. En diferentes debates recientes se ha introducido una variable importante, las preguntas de la ciudadanía.
Los moderadores deben tener una participación activa, porque es lo que permite echar a andar y circular el debate con participaciones directas en las que pueden ir quedando claras las diferencias entre debatientes.
No se trata de que los moderadores sean el eje. Su papel es darle continuidad a un debate, porque a lo largo de los mismos sin perder continuidad sucede que las preguntas se evadan o no terminan por ser respondidas dirigiéndose hacia otros derroteros que le convienen al candidato, pero que no termina por responder lo que se le pregunta.
No tiene sentido que los candidatos se digan sorprendidos por las preguntas o por la mecánica de los debates. Todo se define entre los partidos políticos y los institutos electorales locales, OPLES, y son ellos los que determinan las reglas a lo largo de muchas veces largas y farragosas reuniones.
El domingo, por momentos, algunos candidatos se decían sorprendidos por la mecánica, hecho que puede llegar a confundir al público como si en ese momento se estuviera decidiendo cuando es un asunto que lleva meses trabajándose entre sus representantes en el OPLE.
Una cosa es que se abra un espacio no contemplado, pero para hacerlo se debe partir de un consenso entre los participantes, otra cosa es querer cambiar las reglas sobre la marcha.
Más allá de lo anecdotario, los candidatos se dedicaron a desacreditarse y en pocas ocasiones se centraron en los temas y las preguntas. Sin embargo, estamos ciertos que fue un ejercicio rescatable y útil.
Según las y los coahuilenses quien ganó el debate fue Manolo Jiménez. Ganar debates no es ganar elecciones, veremos qué pasa en el segundo encuentro.
RESQUICIOS.
Por muchos motivos es atractivo el debate del Edomex donde participarán únicamente mujeres, dos candidatas y una moderadora. El hecho de que sean dos debe llevar a un diálogo directo sin evasivas, habrá de todo y se dirán de todo, pero lo que va a importar es cómo quieren gobernar.