Javier Solórzano Zinser

Émulos

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
Por:

Las lecturas de todo lo que dice y hace López Obrador por parte de sus vehementes y furibundos seguidores están polarizando aún más la escena política.

La sobreinterpretación que se ha venido dando sobre el desarrollo y desempeño del Presidente ha ido creando, en ocasiones, realidades paralelas a las que viven otros sectores de la sociedad.

La mayoría de los debates se ha remitido al estás conmigo o contra mí, en lo que insiste regularmente el Presidente, lo cual cuando se interpreta en la sociedad inhibe y desarticula cualquier posibilidad de discusión, todo termina en filias y fobias o en “buenos y malos”.

Si de por sí las declaraciones del Presidente generan inevitables controversias, la forma en que sus seguidores retoman lo que expresa el tabasqueño nos lleva a los riesgosos terrenos de ir viviendo en el unos contra otros, sin poder encontrar espacios para mínimos entendimientos.

En los últimos meses si algo ha padecido la sociedad es la ausencia de un debate de ideas. Muchos planteamientos del Presidente provocan controversias, habrá que reconocer que muchas son sanas, las cuales enfrentan opiniones contrarias o visiones alternativas, a pesar de que el mandatario no las atienda o las menosprecie.

Las razones del Presidente tienen lógica, basta con ver a todas las oposiciones que se le van apareciendo para entender por qué se mueve como se le antoja.

Cada vez va pesando más en el ánimo social el hecho de que quienes se ubican como los émulos del Presidente se la pasen interpretando muy a su manera la voz y acción presidencial. Si ya de por sí el discurso en ocasiones polariza y provoca enfrentamientos, la interpretación que hacen sus émulos agudiza los escenarios.

Es probable que hoy estemos sólo apreciando parte de la polarización. Los debates ya no están pasando por las ideas, todo pasa ahora por descalificaciones y ataques. Es probable también que hoy estemos en el preámbulo de enfrentamientos que son todavía menores, pero no descartemos que al paso del tiempo traigan consecuencias inéditas y riesgo.

El problema está también en que se han ido cerrando los espacios para los entendimientos y no se puede pasar por alto que bajo las condiciones en que se están dando las cosas será inevitable enfrentar consecuencias derivadas de lo que estamos viviendo.

Si el Presidente no construye puentes, sus seguidores no encuentran razones para hacerlo, lo que va provocando una forma de entender las cosas bajo una verdad única y con tendencias a ver la dinámica del país sólo bajo lo que dice y torna el tabasqueño.

López Obrador, suponemos, debe ser consciente de su influencia y trascendencia histórica, es un referente del país y está plenamente consolidado. Todo lo que dice y hace adquiere una particular y amplia dimensión.

Quienes lo increpan siguen detalladamente todo lo que dice y hace lo que le permite al Presidente mandarles mensajes de toda índole para sacudirlos y provocarlos, recordemos recientemente que dijo que hasta se “divierte”.

Quizá lo que no ha contemplado el Presidente es el riesgo de que entre quienes lo siguen se esté consolidando la idea de que el mandatario es el poseedor de la verdad y que no hay más que lo que él diga. No queda claro qué tanto el Presidente ve esto como un riesgo y qué tanto él mismo lo provoca.

Lo que indica la experiencia es que para la gobernabilidad plural, democrática y libre los caminos unilaterales y cerrados terminan cercando espacios en la búsqueda de abordar, desarrollar y explicarse la vida de un país.

Queda claro cómo ve López Obrador a sus adversarios, lo que es un enigma es cómo ve a sus émulos, quienes llegan a idolatrarlo y además les empieza a dar por imitarlo y pues no es lo mismo el émulo que el original.

RESQUICIOS.

Es una buena noticia que el Presidente no tenga coronavirus. Estaría bien que ahora que se ha familiarizado con aquello del cubrebocas y las pruebas las haga buenas en su propio país.