El escándalo interminable

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser Foto: La Razón de México

Sin soslayar que seguramente detrás de las muchas acusaciones que existen y van surgiendo sobre la interminable corrupción de la pasada administración, partamos que como principio tendremos y debemos escuchar, en el marco del derecho, a quienes están siendo señalados.

Tendremos que escucharlos por más que hoy sea difícil imaginar que las cosas hayan sido diferentes de lo que conocíamos desde hace tiempo. Estamos ante casos que desde hace años vienen siendo fundamentados, producto de un extraordinario trabajo de investigación periodística que en más de un sentido le han hecho la tarea a las autoridades.

Resulta particularmente lamentable, carente de ética y repudiable lo que a lo largo de varios años se hizo en la pasada administración. No parecía que tuvieran freno alguno. La deslealtad con los ciudadanos, bajo un ejercicio reprochable en todos los sentidos de la gobernabilidad, acabó por ser el signo de distinción de lo que se presumía sería un cambio en el país después de 12 años de desazón panista.

La forma en que el gobierno de Peña Nieto dilapidó la esperanza de mucha gente que depositó en él muestra una de las peores caras que haya tenido un sexenio en mucho tiempo. Es difícil recuperar elementos positivos por más que los haya habido ante las evidencias de la corrupción sin freno.

En la medida en que se va conociendo el nivel de corrupción se entiende mejor el porqué López Obrador no para ni para tomar vuelo en su sistemática referencia al pasado. Le es útil como discurso político, pero es evidente que también lo acompaña la razón y la indignación.

Si bien en algunas investigaciones estamos en medio del proceso del armado de las carpetas a estas alturas no se pueden pasar por alto, con información que ya se tiene, las muchas evidencias de la flagrante corrupción, a lo que hay que sumar los escándalos cotidianos de los cuales nos vamos enterando un día sí y otro también. Las interesadas y selectivas filtraciones, producto de la estrategia de los delatores, han convertido a los medios en el centro difusor del escándalo.

En algún sentido estamos en manos de personajes que no hace mucho eran parte del gobierno en el cual se comportaban de manera servil y materialmente hacían lo que les pedían y seguramente hasta más. Se están dedicando a sacar todo tipo de trapitos corriendo por su vida.

Están ofreciendo sus testimonios no solamente de una manera desleal a quienes sirvieron, obedecieron e incluso se sometieron. Están contando historias de las cuales son corresponsables, lo que incluye la impunidad, la corrupción, el servilismo, la trampa, el oportunismo, lo que cuestiona sus singulares testimonios y su ofrecimiento de “colaborar”.

Por más que ofrezcan testimonios todo lo que hacen va a quedar en el terreno de las dudas y cuestionamientos, porque lo que quieren es salvar su pellejo sin importarles cómo. Es probable que incluso cuenten historias que, en buena medida, tanto la Fiscalía como el Presidente quieran escuchar.

El escándalo no va a parar. Por un lado es cada vez más evidente que lo sucedido a lo largo de los últimos años da para contar una historia diaria cargada de corrupción y anomalías. Somos de la idea que podría acabar la presente administración y seguiremos escuchándolas.

Por otro lado, el Presidente sabe que cada vez está enfrentando más problemas en su gobierno y por lo mismo el pasado le sirve para atemperar y distraer. No necesita hacer un gran esfuerzo, porque el escándalo en sí mismo es brutal.

Da la impresión que ahora sí estamos empezando a ver una parte de los hechos de corrupción de un gobierno que terminó por ser lamentable.

RESQUICIOS

La elección de Campeche se puede poner realmente buena. Si Layda Sansores cree que la maquinaria de Morena se va a encargar de casi todo no necesariamente está en lo cierto. El PT le puso enfrente a un muy buen candidato que no solamente le va a dar lata, también le puede ganar, Renato Sales.

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