Se va a jugar el destino del sexenio en los próximos meses.
No hay indicios de que las cosas vayan a tomar un giro distinto del que empieza a vislumbrarse. La mayoría organiza foros públicos para debatir, pero no se ve que haya disposición a que sean consideradas las observaciones sobre temas fundamentales para el destino-país.
Se está debatiendo para cumplir un formalismo. La impresión es que están tomadas las decisiones y que el Presidente no quiere que le cambien a su propuesta ni una coma. El aparato oficial está echado a andar y si bien se han escuchado muchas voces sobre la necesaria reforma al Poder Judicial, lo cierto es que la reacción en la mayoría de los casos a las propuestas y críticas han sido soslayadas por más que hayan sido escuchadas.
Esta tendencia ha sido una constante en los últimos años. Se ha convocado a diversos foros sobre asuntos de primer importancia y el desarrollo de los debates ha sido de enorme relevancia. Se han escuchado todas las voces teniendo al Congreso como sede. Tuvimos la oportunidad de participar en las propuestas de reforma energética y electoral.
La riqueza en los debates fue reconocida. Quienes deberían presentar las conclusiones de los foros y de los parlamentos abiertos nos comentaban sobre la dificultad de presentar un documento que pudiera integrar todo lo que a lo largo de semanas se había expuesto, era tanto y tan interesante, decían, que al fin “la tarea va a ser realmente difícil”.
Todo indica que con la reforma judicial vamos por el mismo camino. Quieren tener el documento los primeros días de agosto para seguramente que sea aprobado por el nuevo Congreso en septiembre.
Vamos de nuevo al debate sobre si la mayoría tiene el derecho y la razón para llevar a cabo cambios constitucionales sin atender a las minorías abstrayéndose de la pluralidad, del derecho de las minorías y, sobre todo, de los elementos que se proponen para enriquecer una propuesta de reconocida trascendencia que cambiará el marco constitucional.
La reforma judicial es el primer paso para una serie de cambios estructurales que pretende la mayoría y que forma parte fundamental del proyecto del Presidente López Obrador. Para construir nuevos elementos en la sociedad es fundamental que existan acuerdos y que se escuchen las voces de especialistas y ciudadanos, pero no sólo como un formalismo, se trata de atender la gran experiencia que pueda fortalecer y enriquecer la propuesta presidencial.
A lo largo del sexenio hemos visto cómo el Presidente se ha manejado con una visión unilateral en medio de su enorme popularidad. A pesar de que el Congreso ha estado a su disposición, lo que ha sucedido es, que al no tener mayoría calificada muchos de sus proyectos han sido rechazados.
Algunas de las razones han sido el desaseo legal en que se han aprobado las reformas, que si algo han evidenciado, además, es que no les cambiaron ni una coma. Fueron rechazadas no sólo porque no cumplían los aspectos legales, sino que en muchos casos las propuestas eran violatorias de la Constitución.
La gran pregunta con la reforma judicial es qué tanto el Presidente está dispuesto a escuchar a quienes piensan distinto. No tenemos indicios de que eso le sea importante, particularmente con esta reforma. La mayoría puede llevar a cabo todos los cambios constitucionales que quiera, porque muy probablemente tendrá los votos para ello.
El otro gran asunto a debatir estos meses para el destino-país es lo que decidirá el INE y el TEPJF sobre la sobrerrepresentación. Estamos en una maraña en este asunto y al igual que con la reforma al Poder Judicial se construirá el futuro.
Es el formalismo como instrumento para justificar decisiones.
RESQUICIOS.
En las elecciones del domingo en Venezuela la reacción de los gobiernos de América Latina será clave. Las encuestas están parejas. Ante una eventual derrota de Maduro habrá que ver cuál es la reacción de López Obrador y la futura presidenta.