Lo rescatable del encuentro entre legisladores de Morena en el Senado y la presidenta de la Corte fue que acordaron que no perderían comunicación.
La reunión es importante y quizá pueda ofrecer la posibilidad de crear ambientes distintos de los que tenemos respecto a las diferencias marcadas sobre la reforma.
Sin embargo, no se vislumbra que la mayoría vaya a cambiar la reforma. Si en algún momento se llegó a pensar que llegado el momento de las leyes secundarias podrían cambiar las cosas o podrían darse matices, es evidente que estaba en los terrenos de la imaginación.
La reunión quiso buscar destensar las cosas ante la opinión pública, pero es claro que no hay indicador alguno que lleve a pensar que se van a atender las innumerables propuestas y críticas de la oposición, de los especialistas y de diferentes sectores de la sociedad, lo que incluye las procedentes del extranjero.
Por si había alguna duda, ayer la Presidenta dejó en claro que a pesar de los errores que pudiera tener el texto de la reforma no se iba a dar marcha atrás por ningún motivo. Algunos de los errores no son tan casuales. Si bien pasan por graves equívocos de procedimiento también subyacen intenciones que van a marcar el destino-país a la manera de la mayoría.
Está claro que Morena y aliados no quieren dejarse ayudar, no quieren escuchar otras voces que no sean las suyas. Un proyecto de esta envergadura necesita de una convergencia y de voces que no vayan bajo el camino del voy derecho y no me quito, como ha sucedido hasta ahora.
No pasa por alto que la mayoría está constituida con base en un amplio apoyo popular; sin embargo, esto no significa que no sea importante escuchar otras voces y atender las razones que manifiestan dichas voces.
Hay evidencias de que entre legisladores de la mayoría existen dudas respecto a la forma en que esté establecida la reforma. Nadie se va a atrever a plantear algo diferente, porque si bien en el fondo la reforma pudiera contener propuestas bien intencionadas, en un genuino afán por transformar los aparatos de justicia, lo que va a ir prevaleciendo es que quieren cambiar al Poder Judicial para apoderarse de él.
Bajo las actuales condiciones, la mayoría tiene pleno control del Legislativo, del Ejecutivo y nada más estaría faltando el Judicial, pero es evidente que ya está en camino de ello. No olvidemos cómo desde los tiempos de dirigente opositor y candidato, López Obrador se dedicó a señalar y desacreditar al Poder Judicial, sin el más mínimo análisis de lo que sucedía internamente y la dinámica bajo la cual se encuentran las y los trabajadores dedicados a instrumentar la justicia.
El expresidente se dedicó a crear una narrativa, la cual terminó por permear entre amplios sectores de la población, en función de los problemas que los ciudadanos tienen ante los aparatos de justicia.
Se han venido encontrando errores en el texto de la reforma, los cuales obedecen a la prisa por aprobarla. No quieren cambiar nada, porque quieren mantener las cosas exactamente como lo propuso López Obrador. No se están preguntando hasta dónde la reforma, junto con todas sus secuelas, pueden provocar un galimatías en la instrumentación diaria de la justicia; las cosas han llegado a tal grado que se han aprobado leyes secundarias antes que aspectos generales de la reforma.
Las cosas se pueden resumir en lo expresado por el presidente del Senado a La Razón: “Van de frente dos carros y uno de los dos se tendrá que quitar y ése no es el nuestro”. Ésta es la manera en que ven las cosas, no hay matices ni elementos que pudieran entrar en acción para fortalecer la reforma.
Por más vericuetos legales que se busquen todo indica que es una cosa juzgada.
RESQUICIOS.
El Banco Mundial asegura que la economía mexicana va a crecer 1.7% este año desde el 3.2% de 2023. En 2025 tendrá un avance de 1.5% y no 2.1 como se había pronosticado. Son números similares a los de algunas calificadoras a las que más vale tomar en serio.