Más allá de la legitimidad que otorga el contundente triunfo del 2 de junio para el Presidente y su candidata, se tendrá que reconocer que muchas cosas en el país están en el terreno de las imprescindibles transformaciones, algunas de las cuales están entre las propuestas de reformas que López Obrador presentó en febrero.
La clave está en el cómo y hasta dónde Claudia Sheinbaum comparte las propuestas originales, independientemente de su empatía plena con el Presidente. Si nos atenemos a lo que ha declarado la futura Presidenta es evidente que está en el mismo camino, lo cual si bien tiene lógica rebasa por mucho la posibilidad de que las cosas vayan adquiriendo una nueva dimensión en la gobernabilidad que ella está por representar.
El resultado de las elecciones mandó un mensaje que coloca a Claudia Sheinbaum como el centro para el país en los próximos seis años, independientemente de las interpretaciones políticas que se den sobre el resultado en que no casualmente se ubica al Presidente como el factor de la decisión ciudadana.
La futura Presidenta se ha metido en una narrativa de la cual difícilmente sale, en done ubica al Presidente siempre por delante sin que se empiece a mostrar, más allá del peso y valor de López Obrador, que ella ha sido la electa por la mayoría de los ciudadanos a la Presidencia.
La explicación que ofreció ayer respecto a que debe la Guardia Nacional integrarse al Ejército y que esto no quiere decir que el país se militarice porque la decisión siempre la tendrá él o la Presidenta, hace a un lado el peso y autonomía real que tienen las Fuerzas Armadas como factor de poder. López Obrador por su parte, insistió en que si la Guardia Nacional no entra en este esquema se va a echar a perder. Muchas cosas se han visto en estos años respecto a esta institución que la cuestionan sin pasar por alto que entre el 80 y 85% de los integrantes vienen de las Fuerzas Armadas.
Ciertamente pudiera ser que se echen a perder, pero no se hizo nada estos años para que tuviera una formación y un carácter civil. Se dejó en manos del Ejército como el camino más fácil para resolver un problema que nomás no se resuelve.
Otro de los asuntos que están entre nosotros con enorme peso es el de la reforma al Poder Judicial. No ayudan la gran cantidad de especulaciones que se han hecho sobre el asunto. Mientras no haya una definición precisa, todo lo que se diga entra en los terrenos de los dimes y diretes y más si al final no se toman en cuenta los foros que ya se han echado a andar.
La UNAM, por cierto, dio ayer a conocer sus Foros Universitarios sobre la Reforma al Poder Judicial, esperemos que en esta ocasión diga lo que diga el Presidente, se defiendan las conclusiones del mismo.
El Gobierno no ha sido nada efectivo en su proceso de comunicación con las reformas. Bajo la lógica de la crítica a quien se opone a ellas, las cosas terminan en un toma y daca y poco o nada se ha hecho para explicar exactamente qué significan los pormenores de la reforma judicial con subtemas controvertidos como es el caso de la votación directa por ministros, jueces y ministerios públicos entre otros.
La muy ligera explicación que dio la ministra Lenia Batres en un acto público, en el cual se llevó varias zarandeadas, en el sentido de que no se necesita ser doctor en derecho para saber cuándo hay justicia y cuándo se hace a un lado el valor de las leyes, lo que lleva a exponer riesgosamente la instrumentación de la justicia, la cual requiere del conocimiento de leyes para instrumentarla bajo el principio de derechos y obligaciones ciudadanos y la responsabilidad del Estado.
Es mucho lo que está en juego para meter las reformas con calzador o bajo la máxima del bachoco.
RESQUICIOS.
Es una buena noticia el pronto arreglo con EU ofreciendo garantías de seguridad de sus inspectores en la zona aguacatera. A ver si ahora por fin les dan las mismas garantías a los productores mexicanos de aguacate.