En su desigual proceso de construcción como partido a Morena le puede pasar aquello de que lo barato sale caro.
Ha crecido rápido, ha ganado muchas posiciones políticas y no pareciera tomar conciencia del porqué de todo ello. Morena fue el instrumento de López Obrador para acceder al poder. Al ser un partido hecho a imagen y semejanza del hoy mandatario, el partido no se explica sin el tabasqueño. No queda claro qué tanto participa el mandatario en las decisiones del partido, él asegura que no lo hace, pero hay elementos para dudarlo en función de su histórico modus operandi.
Como fuere, desde la cúpula del partido se han tomado decisiones de enorme riesgo en las que no se ve que cuente la opinión de los militantes y a veces hasta el sentido común. Las encuestas bajo las que se decide quiénes serán los candidatos y candidatas sólo las terminan por conocer ellos.
En medio del abrumador vacío de la oposición, Morena se mueve a sus anchas y poco o nada pareciera que le llegan a importar las consecuencias de las decisiones que está tomando. La euforia de hoy no necesariamente se traduce en la certeza de mañana.
El partido sigue en la euforia del triunfo que si a alguien se le debe es al Presidente; andan en la euforia de la consistente popularidad presidencial; andan en la euforia de poder hacer casi lo que quieren en el Congreso.
Es la euforia de saberse adelante en las encuestas de cara a las elecciones de este año; y es también la euforia de poder moverse como quieran, porque no tienen a nadie o casi nadie enfrente.
No se aprecia que exista una actitud autocrítica y reflexiva sobre el rumbo del partido, más bien les da por regodearse porque, insistimos, están casi solos en la vida política del país.
En la euforia no voltean a ningún lado de no ser para verse ellos mismos y esto puede ser al paso del tiempo el mayor problema que enfrenten.
Paradójicamente pudiera ser que no sea la oposición su mayor enemigo. La dinámica interna los está haciendo ver soberbios, tomando decisiones para seleccionar candidatos profundamente cuestionables. Morena no puede pasar por alto que el proceso electoral le puede meter un susto.
Se les están juntando variables de riesgos. Una de ellas es que buena parte de los seguidores del Presidente están tomando distancia con el partido, para ellas y ellos, López Obrador es el eje y pasan por alto que el propio Presidente ha llegado a tomarle distancia al partido; recordemos aquello de que si no se dejan de pelear “ahí se ven”.
El tabasqueño, por lo general, va solo, en algún sentido algo tiene que ver con lo que ha sido su carrera política. No deja de ser un enigma el hecho de que el Presidente mantenga altos niveles de popularidad, porque tiene evaluaciones desiguales en lo que corresponde a sus políticas de gobierno.
La necesidad de creer y de encontrar la esperanza del cambio y de mejores condiciones de vida las sigue representando sin la menor duda el Presidente. Habrá que ver lo que sucede en el mediano plazo. Existen muchos elementos adversos que tienen que ver con las condiciones bajo las cuales estamos —la pandemia cambió innumerables esquemas y va a ser difícil recuperarse-, a lo que se suma el diseño de muchos de los proyectos de gobierno que no se alcanza a apreciar que puedan alcanzarse.
Uno de los grandes enigmas en los cuales todos estamos involucrados es lo que pueda pasar en caso de que no se logren instrumentar los programas de gobierno. Ése podría ser el muy delicado momento en que la terca realidad se apodere de los ciudadanos y del propio gobierno.
Una pregunta necesaria ante la eventualidad de que esto suceda es: ¿cuáles serán los efectos que esto produzca entre gobernadores y legisladores emanados de Morena?
La euforia los anda obnubilando.
RESQUICIOS
Las vacunas han empezado a llegar a las “zonas distantes” por decisión del Presidente. ¿No era mejor y más efectivo optar por zonas en donde los incendios están a tope y no en donde ni fuego hay?