Pronto sabremos hasta dónde llega la voluntad de Claudia Sheinbaum por establecer una relación diferente con las oposiciones.
Por ahora no hay claridad. La mayoría en el Congreso habla de dialogar y escuchar, pero sigue bajo el síndrome de no cambiarle a las reformas ni una coma alegando que tienen un mandato y que muchos de los planteamientos que les ha hecho la oposición rompen con dicho mandato.
El problema es cada vez más delicado, porque bajo este presupuesto solamente la mayoría tiene la razón y nada es susceptible de cambio. De aquí a diciembre se presentarán todas las reformas que planteó el Presidente el 5 de febrero, a las que hay que sumar las muchas otras que eventualmente presente la futura Presidenta.
Esto significa que no habrá manera de que la oposición busque espacio para su agenda. Más bien el camino se vislumbra cerrado sin posibilidad alguna de que los temas que tenga la oposición pudieran ser debatidos y en su caso aprobados.
A la oposición se le viene el peor de los mundos. No hay manera de que pueda tener un peso real en el Congreso, porque no tiene cómo poder negociar, todo queda en manos de lo que quiera o no quiera hacer la mayoría vía la Presidenta.
La oposición en algún sentido está obligada a apoyar a Claudia Sheinbaum. No se trata de ningún tipo de incondicionalidad se trata de entender que tiene un mandato electoral, que ha dicho que va a gobernar para todos y todas, que merece el apoyo en los primeros meses y que hay que ver qué tantos matices pudieran establecerse que produzcan nuevos ánimos ciudadanos.
Han pasado muchas cosas desde las elecciones. Da la impresión de que en el imaginario colectivo se aprecian diferentes perspectivas de las que se tenían el 2 de junio. Ha crecido la crítica y, sin duda, la reforma al Poder Judicial ha cambiado la perspectiva de un sector de la población que poco a poco va entendiendo la trascendencia de lo que significa la reforma y los muchos caminos, buena parte de ellos confusos, a los que nos va a llevar.
La clave de lo que viene está en la Presidenta. No tiene mucho sentido llenarle de piedras el camino desde la oposición, porque además de que tiene una irreprochable legitimidad, podría ofrecer variantes en función del inicio de su administración. Uno de los elementos más importantes está en la imperiosa necesidad de establecer un diálogo distinto con las oposiciones y en general con la crítica en todos los niveles.
No tiene sentido que Claudia Sheinbaum para su gobernabilidad mantenga el nivel de tensión que no ha dejado de producir López Obrador. Dividir al país entre buenos y malos o estás conmigo o estás contra mí no tiene sentido, porque cada vez hay más evidencias de los innumerables matices que se presentan cotidianamente en la vida de México.
Bajo este parámetro la oposición puede ser un factor de gran relevancia. Como sea, el Congreso es el reducto que va a tener para manifestarse por lo menos durante este año y el venidero. Va a tener que jugar un papel constructivo con lo que parece la inevitable reforma al Poder Judicial. La mayoría no va a poder sola con este asunto. Es complejo, está lleno de laberintos, es inédito y además existe la impresión de que hay mucho de ocurrencia.
La oposición tiene que verse seria ante los ciudadanos. Está muy lejos de tener una presencia que le pueda pelear al menos el voto a la mayoría, por eso es un momento donde ser constructivo, por más que les den ganas de lo contrario, se convierte en la mejor estrategia ante los ciudadanos que, como fuere, tienen una definitiva empatía con el Presidente y su sucesora.
Lo primero que tiene que hacer la oposición es salir de su laberinto en el cual está desde hace tiempo.
RESQUICIOS.
Se viene una semana muy difícil a 10 años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Se prevén intensas manifestaciones, como ya se vio desde ayer. Existe además un evidente enojo y desilusión hacia el Presidente.