Personas cercanas al Presidente aseguran que una de las cosas que mejor hace es enfrentar y salir de las crisis. Busca de inmediato el remedio y el trapito con lo que se da un rápido control de daños.
Dicen que por ningún motivo deja crecer las crisis y que lo que hace es crear otra para no permitir que se estanquen o crezcan ante la opinión pública o ante sus seguidores.
La historia de López Obrador está cargada de momentos difíciles que como fuere ha revertido. El caso Ahumada es un buen ejemplo, porque parecía que se cerraban todos los caminos pero logró darle un giro a las cosas de manera tal que aquellos que lo señalaban y acusaban terminaron siendo evidenciados, independientemente de lo que pasó.
Por lo general, el Presidente tiene respuesta a todo, ya sea que mencione que tiene “otros datos”, que ante una adversidad responda con un ataque, que apele al pasado “neoliberal y corrupto” como mecanismo para hacer a un lado los problemas que en sentido estricto pudieran ya ser de su gobierno, o evadir el tema respondiendo con información que sabe que ayuda a cambiar el tema.
En su estilo personal López Obrador ha cambiado muchos paradigmas. Si en pasadas administraciones se concentraba el poder como ahora no hay comparación con lo que está haciendo, pocos como el tabasqueño ejercen el poder.
El Presidente sabe lo que significa dejar puertas abiertas por eso controla las entradas y salidas. Su equipo tiene poca capacidad de maniobra, porque todo gira en torno a él y en su gabinete no hay indicios, por las razones que se quiera, de buscar andar con peso propio.
La dinámica interna sólo la conocen los protagonistas; sin embargo, hay indicios de que hay poco atrevimiento para manifestarle al Presidente caminos diferentes.
La renuncia de Carlos Urzúa en Hacienda, la de Tonatiuh Gutiérrez al Instituto Nacional de Migración y la de Germán Martínez al IMSS, para mencionar algunas de las más sonadas, muestran cómo se cierran los canales internos cuando se plantean estrategias y políticas distintas.
Independientemente de las razones, el balance final coloca el escenario en restas más que en sumas. Los tres exfuncionarios fueron reconocidos desde el inicio como voces que podrían enriquecer las políticas públicas, porque se distinguían por visiones críticas y propositivas.
La renuncia de Javier Jiménez Espriú, a la SCT, es probable que tenga que ver con este estado de las cosas. ¿Hasta dónde pueden llegar y ser tomados en cuenta los planteamientos divergentes de los oficiales y qué tanto al interior del gabinete puede haber cohesión para presentar voces diferentes a la del Presidente en términos alternativos y propositivos?
La renuncia es una baja sensible para el Presidente en dos sentidos. Jiménez Espriú era una voz solidaria, fiel, amistosa y cercana al Presidente.
El otro componente que puede repercutir en López Obrador es que su salida lo deja ausente de una opinión crítica, la cual se había hecho valer en algunos temas como infraestructura carretera y en la oposición a que los militares o marinos se encargaran de las aduanas.
Se maneja como una renuncia tersa, a pesar de que detrás de ella evidentemente hubo diferencias. —Por cierto, siempre nos pareció un enigma lo que pensaba Jiménez Espriú sobre la cancelación del aeropuerto de Texcoco—.
Es inevitable que los gabinetes sufran cambios. Lo que llama la atención es que van cuatro renuncias que tienen que ver con la oposición a la forma y fondo de lo que se está haciendo.
Es para considerar con todo y que el Presidente mande de inmediato remedio y trapito.
RESQUICIOS.
El Covid-19 nos ha obligado a preguntarnos qué hacer con la educación para transformarla y modernizarla. Va a ser difícil el regreso en agosto, se tendrá que enfrentar, entre otros retos, el que a nivel nacional las clases virtuales enfrentan problemas de forma y fondo no sólo para los estudiantes sino también para los padres de familia.