¿Hasta que se pongan de acuerdo?

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las manifestaciones más brutales en materia de violencia se han dado cuando se presentan enfrentamientos entre cárteles o cuando hay enfrentamientos a su interior.

La severa crisis de 1993 y 94 se debió a que los cárteles de los Arellano Félix, los Beltrán Leyva y el Cártel de Sinaloa encabezado por El Chapo Guzmán, entraron en una desbocada confrontación que llevó al asesinato, entre otras cosas, del cardenal Posadas Ocampo. Fueron días aciagos en que no se veía cómo podía finalizar la crisis, en la medida en que pasaban los días se agudizaba.

En diversas ciudades la violencia se desató de tal manera que cotidianamente se daban enfrentamientos que en muchos casos alcanzaron a las y los ciudadanos. El Gobierno era incapaz de acabar con la crisis. Si se resolvieron las cosas fue porque uno de los cárteles prevaleció. Las autoridades eran incapaces de enfrentar lo que estaba pasando, estaban rebasadas y además, como no ha dejado de pasar, eran cómplices de lo que iba sucediendo.

Un ejemplo de cómo al paso del tiempo la autoridad jugó un papel estratégico es lo que durante varios años hizo Genaro García Luna. La prevalencia del Cártel de Sinaloa se debió en buena medida a su cercanía con la gente de El Chapo y El Mayo Zambada, lo que le permitió al cártel un desarrollo, sin exagerar, mundial.

Si los cárteles no se ponen de acuerdo la violencia tiende a generalizarse, sin pasar por alto que nunca deja de estar, vivimos con ella. Ha sido una constante a lo largo de años lo que ha producido que en muchas comunidades se viva bajo narcoestados en medio de la pérdida de territorios.

Estas máximas se aplican para lo que está pasando desde hace dos meses en Sinaloa. El militar encargado de la seguridad en el estado lo definió de manera clarísima: la violencia terminará cuando se dejen de pelear las dos fracciones del Cártel de Sinaloa. 

Si bien la declaración le costó la chamba no dijo nada que no fuera cierto, el problema está en que evidenció la incapacidad de las autoridades para frenar la situación extrema que se vive en el estado y particularmente en Culiacán y municipios conurbados.

Las autoridades no han podido resolver el problema, porque no tienen cómo hacerlo. Debido al gran avance y presencia real en el país y más allá de él, el Cártel de Sinaloa tiene el control sobre las variables fundamentales en la gobernabilidad de Sinaloa.

Siguiendo la fórmula en que López Obrador se refería a hechos de esta magnitud, el gobernador del estado ha tendido a minimizar lo que está sucediendo. En medio de despropósitos le pidió a la gente que ganara la ciudad, que asistiera a los estadios, que llevara sus hijos a la escuela y que se recuperara la vida diaria en Culiacán.

Es un hecho que el estado de las cosas está fuera de control. La Presidenta ha tenido cautela para hablar de la violencia en Sinaloa, pero es evidente que hay una abierta preocupación por lo que pasa en la cotidianidad, pero sobre todo, por la forma en que se pueda presentar un desenlace siendo que los Chapitos y los Mayitos cuando no estaban enfrentados tenían un pleno control de todo lo que pasaba en el estado.

La carta de El Mayo Zambada deja claro que los narcotraficantes saben lo que puede pasar cuando no se ponen de acuerdo y se confrontan. Zambada dice en su carta que se sabe muy bien lo que puede provocarse cuando se desata la violencia.

Lo más grave de todo es que por más brutal que sea parece que no hay de otra que esperar a que se pongan de acuerdo las dos fracciones del Cártel de Sinaloa para que se puedan pacificar las cosas.

RESQUICIOS.

Héctor Melesio Cuén, exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, sí fue asesinado en el mismo domicilio donde se encontraba El Mayo Zambada quien lo había mencionado en su carta. Queda en evidencia, entre otras cosas, que a la manera de como se hacía en el pasado, se hizo una puesta en escena en una gasolinera para decir que ahí lo habían matado.