Con la gran cantidad de proyectos que ha propuesto y ha ido instrumentando el Presidente, por momentos pareciera que andamos en el todo o nada.
Así ha sucedido con la Reforma Educativa; con la cancelación del aeropuerto de Texcoco; con el Tren Maya; con la refinería de Dos Bocas; con la descentralización de las dependencias oficiales, con las elecciones intermedias y con muchos de sus programas sociales.
Pareciera que todo se circunscribe a situaciones concretas perdiendo de vista el todo. El sexenio se va a definir por la suma de momentos por más que haya coyunturas particularmente importantes y estratégicas. El Presidente tiende a llevar las cosas al límite, porque busca escenarios del estás conmigo o estás contra mí.
Es un hecho que la Reforma Eléctrica es uno de sus grandes proyectos por los que apuesta como definición e identidad. Si bien a todo termina por concederle relevancia, la reforma es una apuesta estratégica.
Está a la vista la enorme importancia que le otorga con sólo hacer un seguimiento de sus declaraciones, las cuales pasan por exponer a los que voten en contra de su aprobación o veladamente amenaz ar y señalar a los priistas en función de la decisión que tomen; los ha colocado entre Salinas o Cárdenas y López Mateos.
La Reforma Eléctrica es para López Obrador fundamental. Es un proyecto que trae desde sus inicios en la política y en su forma de ver al país y al mundo. Tiene que ver con una identidad en la que cree y quiere que sea uno de los ejes del gobierno para el desarrollo económico del país bajo la premisa de plena rectoría del Estado.
Se confirma que no confía en el sector privado, porque no lo ve como parte del foco de desarrollo igualitario que permita el beneficio colectivo. Los empresarios en más de un momento le estorban al Presidente por más que les reconozca su papel estratégico. Lo cierto es que en la medida en que el sector privado invierte y genera riqueza el desarrollo-país alcanza a la mayoría de la población.
También es cierto, diríamos muy cierto, que tenemos históricas experiencias en que los empresarios han sido condición de brutal explotación y de una grosera concentración de la riqueza nacional en muy pocas manos.
El Presidente está plenamente convencido de la Reforma Eléctrica, para él el proyecto no lleva a un monopolio del gobierno en materia eléctrica. Sin embargo, con el proyecto presentado vamos a entrar en un conflicto de índole legal tanto al interior como fuera del país, el cual puede alcanzar a los lineamientos aprobados en el T-MEC.
El diagnóstico que tiene el gobierno, en donde se destaca una furibunda CFE, no necesariamente responde a lo que está pasando en el país, pero, sobre todo, a las tendencias que a nivel mundial están prevaleciendo, con visión de futuro, en materia eléctrica y económica.
El reto es cómo diseñar un proceso de modernización eléctrica que considere la participación del sector privado y la defensa del medio ambiente, sin que por ningún motivo se pierda la rectoría del Estado.
El impulso de las energías limpias ya es una de las definiciones y exigencias que en el mundo se han asumido en materia energética, de las cuales el país está lejos.
Las bondades de la reforma se pueden quedar atoradas en medio de conflictos políticos y legales, abrir el debate puede marcar la definición del Presidente de lo que quiere de su sexenio y no quedarse en el va porque va.
La cuestión no está en lo que decida el atribulado PRI, está en un debate sobre el presente-futuro y de la definición del sexenio.
RESQUICIOS
La destitución como director del CIDE Región Centro de Alejandro Madrazo por “pérdida de confianza” es “arbitraria y afecta a la institución”, nos dice Javier Martín R., profesor investigador del CIDE. No se pueden soslayar las críticas de Madrazo a la demanda contra 31 científicos y a los nuevos criterios sobre becas Conacyt; es una baja preocupante y sensible, lo cual compartimos.