Por el simple hecho de mencionar el neoliberalismo lleva al desprestigio que puede llegar al descrédito y al insulto. La narrativa oficial se ha encargado en los últimos años de estereotipar a eso que conocemos como neoliberalismo, sin tomar en cuenta en lo más mínimo las virtudes y defectos que cualquier proyecto de gobierno puede tener.
En medio de la vendimia política no deja de ser un elemento para confundir que muchos de quienes fueron parte de ese neoliberalismo se han unido, en medio del jolgorio, al proyecto del pasado sexenio y de éste y de la mayoría en el Congreso.
Al paso de los años hemos visto cómo el neoliberalismo ciertamente fue perdiendo valor y efectividad. Acabó por ser desacreditado y expulsado a través de los votos ciudadanos por innumerables razones.
El otro proyecto que está entre nosotros ya echado a andar es el de la autollamada 4T. López Obrador se fue encargando de crear una idea y una narrativa en contra del neoliberalismo y de una suerte de algo así como que el pasado nos condena.
Dejó una herencia que han hecho propia en este Gobierno sin que quede claro que se deba a una convicción en ella o a no querer romper con todo lo que dejó el tabasqueño. Las 20 reformas del 5 de febrero son el principal instrumento de Gobierno de la Presidenta.
Es cierto que hay que darle tiempo al proyecto de la autollamada 4T. Sin embargo, la forma en que se ha venido desarrollando muestra una cerrazón que no tiene lógica, si nos atenemos, entre otras cosas, al gran poder que tiene el Gobierno.
Se ha establecido una distancia y menosprecio hacia quienes piensan diferente. En el fondo, lo más inquietante es que no encuentran motivo alguno de escuchar a los otros, de no ser que se vean obligados a hacerlo. Se han llegado a saltar la ley con tal de seguir en el voy derecho y no me quito.
Estamos ante dos proyectos. Uno ya fue y está totalmente desdibujado, no tiene ni pies ni cabeza. El otro se quiere imponer por la fuerza sin que evidencie sus virtudes y la trascendencia que pueda tener para el país en el corto y mediano plazo.
Los instrumentos para el cambio ciertamente están en las políticas públicas que han dado buen resultado desde hace 6 años. El problema va a estar en mantener estos niveles de apoyo económico para millones de familias, pero también va a estar en la forma en que se gobierne y se construyan los instrumentos que permiten la gobernabilidad a través de reformas, leyes, reglas, normas y, sobre todo, a los cambios constitucionales, los cuales hay indicios de que podrían terminar por cerrar las puertas más que abrirlas.
El neoliberalismo ya se fue, sin exagerar podemos decir que aventó la toalla. La clave está en cómo nos reorganizamos como sociedad con un proyecto que puede, por un lado, endeudarnos aún más perdiendo capacidad de maniobra y, por otro, puede meternos en laberintos interminables con las reformas constitucionales, como está siendo el caso del Poder Judicial. Podríamos estar pasando a una muy preocupante coyuntura en donde lo único que podría cambiar de manos son los privilegios.
No hay indicios de que vaya a cambiar nada entre las fuerzas políticas en los próximos años. Quizá en el 2027 pudiéramos tener una definición política con variantes por las elecciones federales para diputados; la posibilidad es definitivamente remota.
Es probable que de alguna manera muchos y muchas estemos viendo lo que se ve venir, incluso entre la mayoría en el Congreso, pero es probable también que sigan con la idea del “regalazo” al expresidente.
En las urnas la autollamada 4T se ganó su oportunidad. Con la reforma al Poder Judicial no pareciera que lo estén aprovechando y entendiendo.
RESQUICIOS.
Pues según el embajador Ken Salazar EU sí ha tenido comunicación con la FGR por el secuestro de El Mayo Zambada, a diferencia de lo que dijo el aparecido titular de la fiscalía en medio de un capítulo más de cada quien lleva agua a su molino.