El Presidente ha dado muestras de tratar de romper con ciertos protocolos. La forma en que se expresa en las mañaneras es uno de los ejemplos de ello.
Efectivamente, muchas cosas han cambiado en los quehaceres de la vida política del país. Algunas formas, sin duda, merecen un giro, pero otras se establecen bajo la lógica de las formas de organización de la sociedad. No es un capricho o no tienen que ver con elementos aleatorios, son parte de procesos internos que establecen desde la división política del país hasta formalidades que buscan respetar a los actores políticos y, sobre todo, lo que representan.
En la última semana se han presentado dos hechos que nos llevan a cuestionamientos sobre los protocolos. El hecho de que Santiago Creel, en su papel de presidente de debates de la Cámara de Diputados, haya impedido que la banda de música militar entrara al salón de plenos porque sus integrantes estaban armados, tiene que ver con un reglamento y protocolo, el cual determina que no puede entrar nadie armado al recinto.
Quizá para algunos morenistas la decisión fue un desdén o algo parecido hacia los militares. No lo fue si nos atenemos a los antecedentes y el porqué se tomó una decisión desde hace tiempo en este sentido. Al final nos quedamos con la impresión de que el diputado panista se enredó con una decisión que estaba fundamentada.
Lo que se vino después fueron fuegos artificiales y mucho ruido. El hecho llevó a que los morenistas quisieran quitarle la presidencia a Creel por su decisión. El asunto todavía no termina, pero lo que es importante atender, más allá de las consideraciones políticas en que hemos entrado al militarizar diferentes actividades del país, es que el panista no se equivocó. Lo que hizo fue aplicar el reglamento mientras la mayoría lo consideró algo así como una ofensa o un desdén a quien el Presidente tiene como un eje para resolver muchos problemas.
El asunto es claro, no se puede entrar al Legislativo armado trátese de quien se trate. Si quitan a Creel, tienen la posibilidad de hacerlo, estarán cometiendo un error de interpretación, porque no hay ofensa ni desdén a los militares.
El domingo en Querétaro vimos otro hecho de diversas interpretaciones en materia de protocolo. Lo primero fue haber colocado a dos de los tres representantes de la Unión de manera poco comedida en función de lo que representan. Resultó más importante ubicar en el centro a integrantes del gabinete, lo que incluyó a los titulares de la Marina y la Defensa.
Nadie estaba obligado a ubicar en el centro a los representantes del Legislativo y la justicia; sin embargo, hacerlo era y es fortalecer el equilibrio de poderes en un acto de trascendencia como es la celebración de la Constitución de 1917.
A esto se sumó que la presidenta de la Corte no se puso de pie a la llegada del Presidente. Para los simpatizantes del mandatario fue un desdén, pero en sentido estricto si son poderes iguales la decisión quedaba en lo que quisiera hacer la ministra, la cual cumplió con los requisitos de ponerse de pie al entonar el Himno Nacional y en los honores a la bandera.
No queda claro qué quiso decir el Presidente cuando aseguró que le dio “mucho gusto” que la ministra no se haya puesto de pie. Lo sucedido ha sido ocasión de diversos comentarios y de críticas veladas y abiertas hacia una ministra que se ha distinguido por su independencia y que ganó la presidencia de la Corte contra viento y marea.
Al final todo se remite a las broncas en que andamos en donde no hay quien no quiera llevar agua a su molino sin importarles el cómo.
RESQUICIOS.
Por lo general, las grandes obras terminan por costar más del presupuesto original. Con las urgencias por terminar el Tren Maya los costos van entrando en terrenos del exceso. A esto se suman las justificadas y razonables controversias ambientales, las cuales no han sido respondidas a cabalidad.