La insistencia del Presidente sobre un golpe de Estado técnico en función del desenlace del 2 de junio ha creado un clima tenso y raro, porque la referencia lleva a un sinfín de interpretaciones y crea condiciones adversas y cuestionables sobre el proceso electoral.
Se especula que se debe a que la elección estaría entrando en equilibrios y que el Presidente quiere crear un clima en que cuestione el proceso. No necesariamente tiene sentido, porque muy pocas encuestas colocan a Xóchitl Gálvez reduciendo la ventaja.
Sin embargo, no se puede pasar por alto que el proceso electoral pende de decisiones que no necesariamente pueden ser contempladas por las encuestas. Podría ser que el Presidente tenga información, si se quiere “otros datos”, de cómo se están dando las cosas y qué anda pasando entre los ciudadanos.
Una cosa es lo que dice la comentocracia o la oposición y otra lo que ven amplios sectores de la población. Pudiera ser que, ciertamente, Claudia Sheinbaum no tenga los atributos que se le quieren hacer ver, pero negar sus capacidades por más que se le identifique de manera total con el Presidente no tiene sentido.
No hay que esperar que Sheinbaum cambie su esquema o rompa con el Presidente. Pudo haber pasado en otro tiempo, pero ahora lo que está de por medio para el oficialismo es la continuidad de un proyecto que tiene desde su inicio nombre y apellido en la persona de López Obrador.
Hablar de un golpe de Estado en que se utilizan las instituciones electorales como elemento para detonarlo, más bien parece que pasa por la crítica sistemática y el descrédito que el Presidente le endilga a los institutos autónomos. Lo paradójico es que en los últimos años personajes a los que el Presidente les tiene empatía fueron colocados en el INE, la SCJN y el TEPJF.
Si nos atenemos a las presumibles intenciones del Presidente, las cosas tendrían hoy variantes que debieran ser contempladas de otra manera por el propio Ejecutivo. Lo que pasa es que perdió de vista que algunos personajes que forman parte de estos institutos han pasado, con toda razón, a segundo plano las militancias y las simpatías para desarrollar de manera honesta y profesional su trabajo; mención aparte es quien se autodefine “ministra del pueblo”.
Si bien existen indicadores para visualizar cierto equilibrio en el proceso electoral no se alcanza a apreciar que la elección vaya a ser muy distinta de lo que la mayoría de las encuestas consignan. No es fácil hacer pronósticos, porque el ambiente está muy polarizado, pero sí es claro que la ventaja de Claudia Sheinbaum es consistente, aunque sí hay evidencias de que la elección para el Congreso y en algunos estados pueda tomar un derrotero distinto del que presume Morena; la encuesta publicada esta semana en La Razón sobre Morelos y la capital abre expectativas distintas.
Lo que presumimos es que el Presidente tiene información o está interpretando algo respecto a su insistencia sobre el golpe de Estado, lo cual, insistimos, crea un estado de ánimo que, sin duda, el Presidente quiere provocar sin importarle mucho las consecuencias entre la ciudadanía.
A partir del lunes muchas cosas serán diferentes. Habrá mayor atención al proceso electoral a lo que se suma que días después se dará el primer debate entre aspirantes a la Presidencia.
Seguramente, el Presidente insistirá en su idea del golpe. López Obrador quiere enrarecer el ambiente o está viendo algo que tiene que ver con el desenlace de la elección; las dos cosas son posibles.
RESQUICIOS.
Se veía venir el comentario de Javier Milei. López Obrador se ha referido a él de manera crítica y ruda. Se entiende la defensa del Presidente que hace su candidata, pero no se puede perder de vista lo que ha pasado a lo largo de meses, alguien tiene que buscar cordura; los países están por encima de sus gobernantes. Estamos cerca de otro lío, Venezuela, y con más razón por las posiciones de Petro y Lula.